Suelo tener muy presente aquella frase que pronunció un famoso gurú de la gestión internacional: «Olvidaos de India, olvidaos de China, olvidaos de Internet, la auténtica revolución que impulsará el crecimiento económico la tenéis aquí al lado y son las mujeres».

Podríamos ponerla en cuestión si nos detenemos en matices, pero es lo que está pasando. Las grandes empresas se han dado cuenta y han activado los recursos necesarios para que la mujer lidere, haciendo de sus dones naturales y visión sostenible del mundo, su mejor baza para ser realmente productivos.

Han ocurrido muchas cosas hasta llegar aquí. Y todavía persiste en la sociedad la idea de reclamar un empoderamiento femenino que rivaliza, confronta y llama al excesivo protagonismo. No creo que esta sea ahora nuestra guerra. Lo pudo ser en tiempos por motivos que llamaban al grito desesperado ante situaciones injustas.

Estamos tan preocupados por demostrar que las mujeres pueden hacer lo mismo que los hombres que nos olvidamos contar lo que hace única a la mujer, lo que puede hacer diferente, en forma y fondo. Me refiero a que el reto hoy es naturalizar el liderazgo compartido, hacerlo posible, complementando el talento, sumando hombres y mujeres, sin victimismos.

Me gusta decir que la sociedad más que nunca necesita de la «mirada femenina» para humanizarla. De nuestra visión, maneras de hacer, de nuestras capacidades innatas, formas de emprender y dirigir, de gestionar equipos desde un liderazgo generoso, o de resolver conflictos. Trabajar con esta perspectiva lo cambia casi todo. El siguiente paso es conseguir visibilizar ese talento real.

Tomar así conciencia de que el mundo necesita a la mujer como es, es un gran primer paso. En cada uno de nuestros hogares, en cualquiera que sea nuestro trabajo y, más si cabe, en puestos de dirección y toma de decisiones para contribuir al cambio desde arriba. Sin olvidar que en la colaboración está la clave, que cuando la mujer llegue arriba, ponga una escalera y deje que suba otra mujer.

Si esta visión llega a las nuevas generaciones de mujeres y hombres, habremos hecho un gran trabajo. El ámbito de la educación, en este sentido, tiene una gran tarea por delante. En la escuela y en la familia. Educar a la mujer dándole los resortes necesarios para crecer en seguridad, confianza y autoestima, y al hombre, para poner en valor la valía profesional femenina, tanto como se la da a él mismo.

Particularmente creo mucho en la capacidad transformadora de la educación, como base de una sociedad sana, bien formada e integrada por personas implicadas en mejorarla. Es por donde se debe comenzar. Por mi cercanía personal e interés en el ámbito educativo, me consta que muchas ya lo están haciendo. Mujeres profesionales liderando el cambio educativo de este siglo, que merecen sin duda mi profundo agradecimiento.

Considero que Aragón es una Comunidad Autónoma que apuesta por el liderazgo femenino. Aprovecho para dar la enhorabuena a todo el movimiento asociativo en torno a la mujer promovido en, y desde, Aragón. Tengo la fortuna de conocer y gozar de la amistad de mujeres que están liderando diversas asociaciones y son un ejemplo de compromiso e inspiración para conseguir la igualdad y el enriquecimiento que nuestra comunidad aragonesa necesita.

Yo misma pertenezco a varias asociaciones que promueven el liderazgo femenino en España y África. Hace un año, tuve la suerte de entrar a formar parte de la red Mujeres Influyentes de Aragón, de la mano de Womantalent. Junto con otras mujeres aragonesas, profesionales de distintos ámbitos: políticas, militares, artistas, empresarias, periodistas, científicas... formamos el grupo fundador en Aragón de esta asociación de liderazgo femenino. Entre sus objetivos está visibilizar el talento y el liderazgo femenino que hay en nuestro territorio y hacer red apoyándonos entre nosotras.

En ese reto de «visibilizar» me detengo, porque entiendo que no vale con promover la lista recurrente de exigencias. Me parece muy necesario mostrar los rostros de mujeres profesionales reales, donde quiera que realicen su trabajo, estén en el sector que estén, dando testimonio de la capacidad innata de la mujer de liderar proyectos, transformarlos, desarrollarlos… sin que esté, en ningún caso, reñido con poder vivir libremente la maternidad, cuestión que merecería un artículo aparte, y sobre la que queda todavía mucho por hacer.

Pero insisto, la educación y el ejemplo son la clave para seguir avanzando en la buena dirección, hacia una sociedad mejor, contando con mujeres que sueñen en grande y batallen para que sea real. Estoy segura que con el empeño y el tesón que nos caracteriza, conseguiremos que Aragón sea referente en liderazgo compartido.