El uruguayo Jorge Drexler actúa este miércoles en el Jardín de Invierno en una velada que abrirá Fulanito de Tal a las 21.00 horas.

-Regresó hace un mes con 'La guerrilla de la concordia', ¿es un alegato en medio de los tiempos que vivimos?

-Creo que el dilema entre la empatía y su ausencia es algo que ha acompañado al ser humano desde que abandona la cueva y el clan y empieza a ampliar su círculo de simpatía. Empieza a darse cuenta de que hay otras personas que no soy yo ni es mi clan cercano con las cuales tengo cosas en común y de las cuales también me siento parte y con las cuales tengo una responsabilidad y una pertenencia. En ese sentido, yo creo que no ha dejado de ser un tema importante nunca de lo que habla la canción, lo que pasa es que ahora lo vemos muy evidente porque el mundo realmente se enfrenta a esa disyuntiva, los que optan por la discordia y los que lo hacen por la concordia. Aunque a mí no me gusta mucho tomar partido en ese tipo de dilemas de vez en cuando lo hago con alguna canción como con Milonga del moro judío o como con esta. Esas suelen ser canciones que funcionan como un prisma y la realidad que va más allá de su significado general, le va asignando significados más concretos. Y a mí me gustan ese tipo de canciones también que van madurando con el tiempo. Todo el mundo piensa que fue escrita por las circunstancias de este momento pero la canción lleva cuatro años rondando desde que la empecé. Ya era un tema importante entonces y supongo que lo seguirá siendo dentro de cuatro.

-Me parece muy interesante esto último que dice, ¿es de composición lenta Jorge Drexler?

-Esta se atascó más que otras, yo habitualmente puedo tener una canción terminada en hora y media u otra que me lleva 15 años. Las canciones no vienen cuando uno quiere sino cuando uno puede y cuando ellas quieren.

-Los periodistas siempre le preguntamos a los artistas que de dónde viene tal y cual canción como si tuvieran una clave para componer...

-Uno definitivamente no escribe de lo que quiere sino de lo que puede. A veces tengo cierta intención en el momento de escribir pero sobre todo voy dejando que la temática se amplíe siguiendo impulsos que yo no controlo mucho. Como decía Cohen si supiera de dónde vienen las canciones buenas iría ahí más seguido y también decía' lo he intentado todo para componer, no hay ninguna receta que sirva'. Mira, ahora tuve tiempo y soledad de sobra en el confinamiento y sin embargo me costó mucho más escribir que en otras épocas en las cuales en la mitad del periodo tenía que irme de gira o dar un concierto y volver, ensayar…

-En el acto de componer también importa mucho el otro, el público, y en este confinamiento no había nadie al otro lado.

-Lo más desconcertante en el confinamiento es la relación que tienen nuestros actos habituales con el otro. Yo siempre supe que era importante cantar en vivo, ir de gira pero solo aprendí en el confinamiento que el acto solitario por antonomasia que es la composición que no la puedes compartir ni con tus seres más queridos, también necesita la presencia del otro aunque sea de manera esporádica. Cuando estaba en periodo de composición como en el último disco que duró un año, todos los fines de semana quedaba con amigos para cantar, con el equipo de trabajo, daba conciertos, probaba canciones nuevas… estaba interactuando con los demás todo el tiempo y midiendo las canciones. Al perder el otro, perdí ese hilo que se tensa por las dos puntas. Siempre supe que eso era la comunicación pero la composición también es un hilo que se tensa por las dos puntas. Yo escribo pensando, desde mis puntas, tirando del hilo pero esperando que otra persona escuche la canción y tense el hilo desde la otra punta. En mi canción, Eco, hablo del acto de componer como encapsular un sentimiento con una espera que luego recibe una gota de agua en otro lugar cuando eso que está sucediendo ya no eres tú pero que te hace volver a la vida. Ese acto también se produce en el instante de la composición, cuando el acto de la escucha es algo que se me ha alejado en el tiempo como sucedió en el confinamiento se me hizo muy difícil. Además, el hecho de no tener una gira para presentar un repertorio, hizo que no tuviera una fecha límite por lo que hizo que mi enormemente dispersa cabeza se fuera por otro lado, me dedicara a otras cosas que no eran las imprescindibles y me costó mucho componer en este periodo. Por eso sale en ese momento La guerrilla de la concordia, se condensa en el momento en el que sé que nos vamos de gira. Quizá será parte de un disco en un futuro pero no tengo claro de qué va a ir el disco que teóricamente voy a sacar el año que viene.

-Ha vuelto a los conciertos tras bastante tiempo, ¿ha tenido que engrasarse o tocar en directo es algo que nunca se olvida?

-Ha sido una verdadera delicia, tenía unas ganas de cantar que no podía más. Recuerdo el primer instante de subir a un escenario en una prueba de sonido, de escuchar tu voz por la amplificación y la emoción que sentí. Escuchar una habitación enorme resonar con tu voz amplificada es algo que no me daba cuenta hasta qué punto echaba de menos.

-¿Cómo le influye el que el público vaya con mascarilla?

-Desde arriba, a veces ves más el bulto que el detalle. También uno con los años aprende a no fijar la vista en detalle en nadie para no irte hacía ahí. De vez en cuando, encuentras unos ojos, una cara, una expresión, alguien bostezando, llorando y son cosas que te tocan pero yo no intento irme mucho ahí porque tú tienes la responsabilidad de seguir. Es como si manejas la furgoneta, todos pueden estar borrachos pero tú no. Tienes que saber hacia dónde vas, intento no ver esos detalles pero la mascarilla influye en el sonido. Opaca la voz y vuelve menos evidente la voz de la audiencia que es algo muy importante pero yo pensé que iba a interferir más que lo que interfirió. Al final, sientes a la gente cantar y se retoma esa alegría.

-Iba a actuar en El bosque sonoro en septiembre y, finalmente, lo hace en el Jardín de Invierno. No es lo mismo, pero también es un escenario al aire libre, ¿le gusta tocar fuera de las salas?

-Solemos tocar en los lugares más artificiales del planeta. No hay nada más artificial que un estudio de grabación, quizá un quirófano, y no hay nada más artificial que un teatro en el sentido de que todo lo que sucede así es creado por el hombre. Las salas están diseñadas especialmente para que no tengas contacto con el exterior para que nada interfiera. Tocar en el exterior es un privilegio muy raro y voy con muchas ganas. Me parece muy bonito y arriesgado porque no es fácil controlar el sonido en un entorno natural pero cuando te proponen algo así ya te estás regodeando en la idea de disfrutar de algo así.

-¿Cómo ha construido el repertorio? Lo digo porque no es una gira en la que esté presentando un nuevo disco.

-Los repertorios los monto mucho de acuerdo a las cosas que tenga ganas de tocar y en este caso lo que quiero es conectar con la audiencia, no quería hacerme el raro, tenía muchas ganas de abrazar y de ser abrazado. Va a ser un repertorio fácil porque va en busca de una conexión muy directa aunque tenía ganas de que el concierto hablara del momento en el que estamos. Entonces ha acabado siendo un concierto temático en el que aparecen canciones como Toque de queda pero que tienen que ver con la recontextualización de los títulos y de la narrativa de una canción. Lo mismo que pasa con La guerrilla de la concordia que funciona con un prisma que va cambiado depende del menú del día, sucede con La edad del cielo, Sanar, la propia Toque de queda… que quieren decir algo diferente en este momento de lo que querían decir en otros.

-Usted que es de formación médica, ¿qué le parece que ahora parezca que por fin estemos reconociendo como se merece a la ciencia?

-Bueno... No lo estamos haciendo, estamos confiando mucho más de lo que hacíamos antes, en un grado enorme aunque también paradojalmente, como pasa en todos los procesos el aumento de las libertades, siempre hay una parte de la sociedad a la cual le crece el miedo en lugar de la libertad. De eso va también La guerrilla de la concordia. Y en este caso, la ciencia ha vuelto a ocupar el lugar en el pódium que le corresponde en un tiempo récord de una manera heroica y sacrificada. En muchos casos, lucrativa, pero es que el trabajo también hay que pagarlo. A mí no me importa que la gente gane dinero. Jeff Bezos debe tener mil veces más dinero que yo pero no es mil veces más feliz que yo. A mí no me importa que la industria farmacéutica gane dinero, sí me importa muchísimo que el sistema de patentes no permita que se desarrollen las vacunas en otros lados y sí me importa que en el primer mundo estamos pensando en la tercera dosis cuando la gran mayoría de los países desfavorecidos todavía no tienen acceso a la primera. Eso sí me importa. Pero por lo que me preguntaba, la ciencia ya se ha puesto en el eje del planeta y eso me parece maravilloso. Como especie consciente de nuestra finitud, nos hemos especializado siempre en negar lo evidente, en olvidar que vamos a morir, por lo tanto, también nos vamos a olvidar de que la ciencia es más importante de lo que antes pensábamos, pero mientras, hagámosle caso con su porcentaje de error. La ciencia es la única actividad humana que reconoce que se equivocó, trabaja todo el tiempo por el ensayo y error pero no hay que confundir esa pequeña incertidumbre con no saber nada y eso es lo que la gente no termina de entender. La vacuna ya ha demostrado con creces, incluso con los miedos de cada uno, que sirve para evitar la enfermedad en las variantes moderadas, severas y graves y que sus efectos secundarios son claramente menores que el acto de contraer la enfermedad.