A los dos años comienza esa capacidad para simbolizar que se va desarrollando a lo largo de la infancia, siendo cada vez más abstracta y compleja según la madurez cerebral y la lingüística adquirida. Aunque el juego simbólico surge de manera natural, los padres y madres también pueden estimularlo. La actividad no sigue reglas ni guion. Consiste en imitar, asumir roles, jugar «como si fuera...», y convertir espacios y objetos en lo que no son: el dormitorio en una cueva, la escoba en un caballo o la cuchara en una varita mágica.

Podemos jugar a las profesiones y curar a personas como los médicos/as o a animales como los veterinarios/as, cocinar platos como auténticos chefs, enseñar como los profes, cuidar a las plantas como si la jardinería fuera nuestra profesión, vender en tiendas de cualquier tipo, pintar o cantar como artistas, o inventarnos nuestros propios personajes. Es muy divertido si acompañamos el juego disfrazándonos con lo que tengamos en casa. También podemos jugar a las películas, hacer mímica para adivinar…lo importante es pasar un buen rato.

También podemos inventarnos historias. Se trata de que padres y madres comiencen con una frase, «hace mucho tiempo, en el bosque vivía una familia de duendes…», y los niños/as tienen que seguir contando la historia. Lo mejor es ir contando la historia entre dos, tres, cuatro… toda la familia puede participar en la historia cada uno aportando un poquito.

Beneficios

Este tipo de juegos ayudan a comprender el entorno, las relaciones y los roles sociales mediante la representación de situaciones inventadas o cercanas a la realidad; a la vez que aprenden normas de comportamiento y educación. Son un estímulo importante para desarrollar su capacidad cognitiva y emocional, les ayuda en la resolución de conflictos porque lo que aprenden jugando se traslada a la vida real. Al jugar en familia o en grupo, aprende a practicar turnos para hablar y a esperar, mientras se fortalece el vínculo con los adultos y otros niños/as jugando juntos.

También sirve para que el niño o niña forje su propia personalidad. Funciona como un estímulo del lenguaje, se emplean diferente vocabulario, palabras y expresiones nuevas.

A través de los juegos simbólicos, se desarrolla la creatividad y la imaginación, al tener que inventar historias sobre la marcha. Todo esto, mejora la espontaneidad y la fluidez verbal, y van aprendiendo a responder ante diferentes situaciones.

Son juegos que dejan volar la imaginación, donde podemos ser cualquier persona, donde los objetos pueden convertirse en cualquier cosa y donde lo más importante es divertirse.