Fue un viaje histórico, fugaz, sorprendente, oportuno y oportunista. El presidente de Estados Unidos, George Bush, visitó ayer por sorpresa durante dos horas y media a 600 soldados de su Ejército desplegados en Bagdad. De esta manera, Bush se convirtió en el primer ocupante de la Casa Blanca en visitar Irak y el primero en viajar al frente desde que Richard Nixon pisó Vietnam en 1969.

El viaje, organizado para que el presidente celebrara el Día de Acción de Gracias con las tropas, fue un claro gesto para intentar subir la moral de los soldados, inmersos en una de las más mortales e inseguras posguerras, pero también para mejorar el apoyo popular a la misión en su propio país, ya que Irak se perfila como uno de los puntos negros para Bush en la campaña electoral en la que buscará la reelección.

SIN CENA EN EL RANCHO Prácticamente todo sucedió de forma inesperada, en gran parte gracias a un plan secreto elaborado por los servicios de la Casa Blanca, preocupados por la seguridad en un viaje de tal calibre y con un destino donde los ataques contra estadounidenses alcanzan los 30 diarios.

Según los anuncios oficiales, Bush iba a pasar el día de Acción de Gracias en el rancho de Crawford con sus padres, sus hijas y su esposa, que fue informada del viaje el miércoles por la noche. Fue entonces cuando Bush abandonó Tejas en el Air Force One . La excusa dada para el viaje del avión era que se iba a realizar un trabajo de mantenimiento.

Sin embargo, en su interior, con las cortinas de las ventanillas bajadas y las luces oscurecidas, viajaba Bush, que llegó hasta la base de Andrews, en Maryland. Allí, después de que el Air Force One, un Boeing 747, quedara asegurado en un hangar, el mandatario embarcó en un avión idéntico, pero sin distintivos. Le acompañaban, además de un grupo de ayudantes, cinco reporteros, cinco fotógrafos y un cámara, que cumplieron su promesa de no filtrar ninguna información sobre el viaje a Irak. Aterrizó de noche en Bagdad. Las primeras noticias no se ofrecieron hasta que el avión estaba ya de regreso a EEUU.

Lo único que no se salió de lo predecible fueron las palabras que Bush dirigió a los cerca de 600 soldados de la Primera División del Ejército de Tierra y de la 82 División Aerotransportada que se encontraban en el aeropuerto Internacional de Bagdad. "Estáis defendiendo al pueblo americano del peligro y estamos agradecidos (...) Estáis venciendo a los terroristas aquí en Irak de forma que no tengamos que enfrentarnos a ellos en nuestro propio país", dijo Bush, reiterando el agradecimiento a las tropas que incluye prácticamente en todos sus discursos.

El presidente, que aprovechó el viaje relámpago para encontrarse en Bagdad con cuatro miembros del Consejo de Gobierno iraquí nombrado por Estados Unidos, también quiso subir la moral del Ejército, siguiendo el ejemplo del viaje que su padre realizó a las tropas en Arabia Saudí en el año 1990, durante la primera guerra del Golfo. "No avanzamos miles de kilómetros en el corazón de Irak, no pagamos un amargo coste de víctimas, no vencimos a un cruel dictador y no liberamos a 25 millones de personas para retirarnos ante una banda de criminales y asesinos", declaró el presidente Bush entre ovaciones.

TEMA CLAVE DE LA POSGUERRA El presidente Bush había tocado uno de los puntos que precisamente está causando estragos en la moral de esas tropas: la falta de seguridad en una posguerra en la que, sólo en el último mes, Estados Unidos ha perdido más de 60 hombres.