Cansancio hasta la extenuación y una desesperación que lo nublaba todo. Por esta razón, el joven Mohamed Buazizi se quemó a lo bonzo tras años denunciando los abusos de poder cometidos por las autoridades de su localidad. Fue el desencadenante de la sublevación contra el dictador, Ben Alí, y de la Primavera árabe. Seis meses después de la caída del régimen, el país ha experimentado una mutación relativa.

Paralelamente a la eclosión de manifestaciones y a la creación de asociaciones en defensa de los derechos de los trabajadores y de los derechos humanos, la maquinaria que sustentaba el régimen de Ben Alí sigue en marcha.

"Los agentes, los delfines y los herederos de Ben Alí siguen ocupando puestos de responsabilidad. Todos han estado sometidos a un poder de dominación, casi divino, y ahí siguen, sin ningún anhelo de cambiar nada, para evitar que sus intereses se vean afectados. Y son los que están confiscando esta revolución", explica el prestigioso escritor Taufik ben Brik, que ha sufrido durante los 23 años el régimen dictatorial.

"Seguramente, en noviembre, pasaremos a una segunda revuelta, que será más agresiva y habrá más muertos. Hay que seguir presionando" manifestó, por su lado, Nassar, abogado revolucionario. En pleno toque de queda, tras la huida del dictador, salió al centro de la ciudad para gritar: "¡Tunecinos, sentiros orgullosos de lo que estáis alcanzando... la libertad!". Desde entonces, su imagen y su mensaje aparecen en Al Jazira convirtiendo a Nassar en icono de la revolución.

"Tengo la impresión de que se están repartiendo el poder entre los principales partidos de la oposición de varias tendencias políticas: liberal, centroderecha, centroizquierda, socialdemócratas y los islamistas; estos últimos ... representan una minoría. Será una coalición la que gobierne el país", aventura el activista.

En la calle se respira desconfianza. El multipartidismo impide al pueblo ver con claridad el futuro político ante las elecciones del 23 de octubre, que deben elegir a una Asamblea Constituyente. Hay más de 100 partidos políticos en liza. "Pero no conocemos a nadie y tampoco nos han dado tiempo para reflexionar", dijeron varios jóvenes en el balneario de La Marsa, cerca de la capital, un enclave turístico.