Las jugadas de Rusia están ahora alimentando esperanzas en la otra Crimea de Europa: Transdniéster, territorio separatista en la ribera izquierda del río Dniéster, que se autodeclaró independiente en 1990, es reconocido parcialmente por Osetia del Sur y Abjasia, pero no existe para el resto del planeta, Moscú incluida. "Transdniéster, tras los pasos de Crimea", escribían esta semana los medios rusos, citando al Gobierno transnistrio.

El anhelo de Transdniéster, ahora que Crimea es parte de Rusia, tiene su propia lógica. En este diminuto territorio ubicado dentro de Moldavia, donde hay un Gobierno en funciones, operan industrias rusas, viven unos 500.000 habitantes de mayoría eslava y rusoparlantes y Moscú mantiene ahí 1.500 soldados. Sin embargo, hasta la fecha, Rusia no solo no reconoce a Transdniéster, sino que también sus ansias de hacerlo han sido bastante tímidas. "Este asunto no está en nuestra agenda. Crimea ha sido un caso especial", dijo el sábado Valentina Matviyenko, la presidenta del Consejo de la Federación rusa.

El desapego de Rusia por los transnistrios ha sido en su momento motivado por razones históricas, pues el nacimiento de Transdniéster coincidió con el hundimiento de la URSS.

Así y todo, el asunto inquieta a Occidente. Rusia "no solo está reemplazando la bandera ucraniana con el tricolor ruso en los edificios gubernamentales de Crimea", sino que, "con toda probabilidad, el antecedente crimeano se puede aplica a la región de mayoría rusa de Transdniéster en Moldavia", escribió la Cámara de Comunes del Reino Unido.