El pasado día 5 de marzo fue un día muy significativo para los aladreneros, el horno comunal, apagado durante los últimos 42 años, volvió a cocer pan. Necesitó una semana entera para caldearse y pudo conseguirse gracias al interés y al trabajo de los vecinos, que colaboraron ilusionados con esta tarea. Romeros, aliagas, ramera de carrasca y de almendro, cepas y sarmientos, ardiendo continuamente, eliminaron la humedad y el frío de la bóveda, consiguiendo darle la temperatura precisa para el horneado.

Posiblemente este horno sea de los siglos XVII o XVIII y se hizo para sustituir a otro que se había quedado pequeño para las necesidades del pueblo. Se levantó con piedra y yeso, cubriéndolo con maderos de chopo y cañizos bajo teja. El edificio tenía cuatro zonas diferenciadas que todavía conserva: el espacio de acceso servía para almacenar leña, el del centro era el lugar de amasado, el del fondo lo ocupa el propio horno y sobre éste, el espacio que hay de la cúpula al tejado, era el lugar donde se recogían las herramientas y que las mujeres empleaban para secar la ropa o la lana recién lavada.

El horno se solía arrendar por una cuota fija de dinero al año y a los arrendatarios se les llamaba horneros. Estos se encargaban de encenderlo y dejarlo luego bien limpio, para cocer pan durante todo el año. Para llevar la administración había una Junta.

Sin embargo, llegó un momento en los últimos años en que no había quién lo arrendara y entonces se ocupaban de encenderlo a turnos aquellos que deseaban utilizarlo. El encendido se solía hacer sobre las dos de la madrugada, introduciendo la leña por la puerta de hierro fundido, cuando las piedras de la bóveda se ponían de un color blanquecino era síntoma de que el horno estaba ya lo suficientemente caliente para cocer pan todo el día. Se extendía la lumbre, con un palo largo acabado en una media luna de hierro llamado horguener, para que se hiciera ceniza, cerrándose la puerta para que no se fuera el calor. Por la mañana se quitaba o se retiraba a un lado la ceniza y se limpiaba el suelo con un retabillo de hierro, que llevaba un palo de madera al que se le colocaban en la punta trapos limpios secos y mojados.

De este trabajo se encargaban las paleras, que eran las mujeres que metían el pan al horno. El horno estaba listo para cocer. Las mujeres llegaban con sus masadas, en forma de bolos, y allí, sobre unos tableros, hacían de ellos un pan, una torta o una cañada, que en Aladrén llamaban guitarra. A cada pieza se le hacía una señal para saber a quién pertenecía.

Para meter y sacar el pan se utilizaba una panera, un palo largo que llevaba acoplada una tabla más ancha que los panes y redondeada en su parte posterior. Antes de meter una hornada la palera contaba todos los panes, tortas, guitarras, y al final de la cocción se le pagaba por piezas.

La iniciativa de volver a rememorar todo aquel ambiente, que la despoblación fue apagando a comienzo de los años sesenta, ha sido posible gracias al ayuntamiento y al pueblo. El primero, apostando hace años por recuperar este espacio que hoy alberga, además del horno restaurado, una sala para actos culturales y lúdicos, una pequeña biblioteca y una conexión a Internet. El pueblo, colaborando desde un principio con la recuperación de este espacio y de su aplicación a la práctica.

El día 5 fue emotivo, el horno de Aladrén, apagado desde el año 1963, volvió a cocer pan. Fue un día de fiesta para todos. Se hicieron panes, cañadas, magdalenas, mantecados, tortas de sardinas, tortas de harina....., incluso un asado de cabezas de ternasco. Pequeños y mayores se congregaron allí para trabajar la masa, para hacer pan, para mirar, para fotografiar, para respirar y recordar un mundo que algunos revivieron y que otros tuvieron la oportunidad de verlo recreado.

De nuevo se irá enfriando, pero ahora los vecinos no dudan en volver a encenderlo en un futuro para sentir el olor de la masa recién cocida. El pan y el vino forman parte de nuestra cultura milenaria. Recuperar un horno, encenderlo y hacer pan es como recuperar la esencia misma de la vida de nuestros pueblos. Es recuperar nuestro patrimonio, nuestras tradiciones y nuestra identidad.

SANTIAGO ANDRES AGUDO