"Los bomberos tardaron minutos. Si no llega a ser por su rapidez y eficacia ahora estaríamos hablando de una gran tragedia", explica José Enrique González, copropietario del bar La Antilla, en los bajos del Rubí. Ayer ya abrió el establecimiento todo el día y pudo comprobar que los alimentos que guardaba en las cámaras se habían echado a perder.

Su opinión era compartida por los vecinos del inmueble y la comunidad anunció que haría pública una nota para agradecer la actuación de los miembros del Servicio Municipal de Prevención de Incendios. "Con su profesionalidad se ha evitado una tragedia. Tampoco olvidamos la ayuda y apoyo humano que hemos recibido de la Policía Local y del Cuerpo Nacional de Policía", manifestó Miguel Abad Ester, administrador de la finca.

Los vecinos acudían ayer a sus viviendas para habitarlas o para recoger los enseres de uso diario. Una mujer que reside en la segunda planta explicó que había salvado la vida porque no pudo abrir la puerta para salir a la escalera. "Luego, ya llegaron los bomberos y nos dijeron que permaneciésemos en nuestras viviendas hasta que pasara el peligro".

Precisamente los dos únicos heridos fueron alcanzados por las llamas cuando abandonaron sus pisos para intentar llegar a la calle. Ayer se recuperaban en la Unidad de Quemados del hospital Miguel Servet. Sus lesiones en las plantas de las manos y de los pies eran graves, pero no revestían ningún peligro.

Cesáreo S., un vecino de la sexta planta, recordó que había advertido el incendio por el olor a humo que llegaba a su casa. No intentó salir. Colocó una toalla en la puerta y salió a la terraza. Ayer regresó con su hijo al piso para recoger unas medicinas que tiene que tomar todos los días. El no subió a la planta porque aún no funcionaba el ascensor.

"No me puse nervioso y esperé tranquilamente a que nos autorizaran a bajar a la calle. En una ocasión ya realicé un viaje en una avión a Madrid a donde llegamos con un sólo motor. En 1985 viajaba en el barco Aquile Lauro cuando fue secuestrado por un comando palestino, pero no cuente esto porque mis amigos me van a gastar muchas bromas", dice Cesáreo mientras espera en el portal a que su hijo baje de la vivienda con las medicinas.

González, el propietario de La Antilla dice que el ir y venir de los vecinos ha sido constante desde que pudo abrir el bar. "Me había marchado del bar a las tres y media de la madrugada y me avisaron tres horas más tarde. El local no ha sido afectado por el humo ni las llamas. El único problema ha sido que, con el corte del suministro eléctrico, se me ha estropeado el material de las cámaras. Hoy he podido abrir, pero ha habido cortes de luz de hasta dos horas", manifestó.

En opinión del hostelero, "este edificio, como otros muchos de Zaragoza, es una ratonera y tiene una solución difícil. Esta vez ha habido suerte, la que han proporcionado los bomberos. No obstante, los vecinos siguen muy asustados por lo que pudo haber ocurrido", añadió.