"No he pasado hambre desde el tercer día. Pero el jueves pasado hubiera cogido una galleta y me la hubiera comido sin pensarlo. La cabeza te reacciona en ese momento y todo se pasa". Cristina Monge no está a dieta, pero se ha pasado una semana sin tomar alimento sólido. "Y sin fumar". Cualquiera metía humo y tóxicos diversos en un estómago vacío. Ha ayunado "por coherencia", para protestar por los proyectos del trasvase "y de los embalses que lo hacen posible".

Esta iniciativa organizada por Coagret (Coordinadora de Afectados por los grandes embalses y trasvases) ha rodado por Aragón desde el pasado 26 de octubre y concluirá el 7 de diciembre en Bruselas, con una movilización contra la cesión del Ebro. Por relevos semanales, los ayunantes aragoneses han estado sin probar bocado. A base de infusiones sin azúcar, zumos y agua. Mucha agua.

"Me he bebido cinco litros de agua al día y un par de zumos de naranja. Caldos, no. A mí las verduras no me van mucho". Este es Eduardo Galochino, otro de los 30 ayunantes de Zaragoza. "El café de la mañana al principio lo eché mucho de menos".

Cristina y Eduardo, como el resto, han mantenido su actividad habitual. El grupo de ayunantes se juntaba al final del día y pasaba revisión: al médico en la Federación de Barrios. Eso les daba ánimos. Calor colectivo ante la falta de calorías.

Cristina, que en estos días ha perdido cerca de tres kilos, ha aguantado bien, pero por las noches tenía una sensación de sueño poco frecuente. A Eduardo se le han trastornado las sensaciones térmicas y ha pasado frío. Ella cuenta que se pasó los días previos mentalizándose. "Dudas de si serás capaz", explica.

Han perdido estos días hábitos importantes en las relaciones humanas: los de las horas de sentarse a comer o a cenar. Cristina arrancó el ayuno con una comida familiar. Aguantar el tipo con pastel incluido no es sencillo. Eduardo comparte trabajo con compañeros a los que les gusta almorzar desde "latas de fabada" hasta "pinchos morunos". Ni probarlo.

El sostiene que no le ha cambiado el humor. Y que entre sus amigos ha habido división de opiniones: "Unos me decían que me veían normal y otros, que me estaba quedando en los huesos".

Cristina sabe por su compañero que ha estado de peor humor. "Dice que he estado inaguantable. Y me lo creo", comenta. El, añade, incluso se sentía un poco culpable a la hora de la cena, ante el bocadillo que ella no podía probar.

Eduardo no ha acabado el ayuno con un antojo especial, pero Cristina confiesa que ha pensado mucho en comerse un cruasán. ¿Y aprovechar el tirón para dejar de fumar? Cristina se ríe para que la respuesta no la comprometa.