Se ve a Carmen Solano (Peñalba, 1945) sentada en las escaleras del Congreso hablando con el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, que oculta los labios tras el dorso de su mano. Ella lleva traje chaqueta, falda por debajo de la rodilla, bolso negro. Hablan sobre el ministrasvase del Ebro, con el que se pretendía llevar agua a Tarragona. Corría el año 80.

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Solano tenía cierta confianza con Suárez. Un mediodía de 1978 cruzó Madrid con el viejo coche del presidente del Gobierno. Recuerda que su gabardina reposaba en el asiento de atrás y que el automóvil era negro y destartalado. Llegó a Atocha justo a las 13.00 horas, a tiempo para coger el Talgo que debía llevarla a Zaragoza. Poco rato antes había estado en La Moncloa como portavoz de un grupo que se oponía a la llamada ley de servicios sociales para las mujeres que impulsaba el ministro Pío Cabanillas.

Ahora Solano habla mientras viaja en el AVE. Regresa, como entonces a Zaragoza, después de una reunión de la asociación de exparlamentarios. Han pactado un texto en recuerdo al expresidente. "En las distancias cortas era estupendo, una persona que sabía escuchar", cuenta. "Se cargó al antiguo régimen, dejó que se ahorcara solo", dice. En su memoria una imagen, la de la soledad de Suárez después de haber presentado la dimisión, poco antes del golpe de Estado del 23-F. "Fue clave para la historia reciente de España. En momentos muy complicados tuvimos la suerte de tener políticos de su talla", admite.

Su huella en Aragón en lo tangible no es como para echar cohetes, pero fue bajo su mandato cuando se presupuestaron 1.000 millones de pesetas para los riegos de los Monegros. En la hemeroteca aún figuran imágenes de la boda de su hija Sonsoles con José María Martínez-Bordiú y Bassó de Roviralta (Pocholo) en el monasterio de Piedra.

Apuraban ya los rigores del verano cuando José Luis Merino le entregó un llavero de plata a Adolfo Suárez. Era presidente del Centro Democrático y Social (CDS) en Aragón y hombre de confianza del expresidente del Gobierno en la comunidad. Fundar la formación heredera de algunas de las esencias de la Unión de Centro Democrático (UCD) puso a Suárez en apuros económicos, y no sabía a dónde irse de vacaciones. Merino le ofreció su apartamento en Platja D'Aro. Una oferta que jamás llegó a materializarse. "El me quería y yo a él también", dice este destacado notario zaragozano.

Recuerda la broma que solía hacerle el que fuera "figura clave en la Transición"; le decía que cuando volviera a La Moncloa lo nombraría ministro de Justicia. Y Merino le contestaba que no, que prefería la cartera de Interior para poder negociar el final de ETA. "Ha sido un político inmenso. La gente no entendió por qué dimitió; fue el mayor servicio que le hizo a este país. Sabía que se iba a producir un golpe de estado y que si seguía como presidente podía volver otra dictadura militar", asegura el expolítico aragonés. "Logró que olvidásemos las diferencias que se arrastraban de la guerra civil, aunque luego las dos Españas han vuelto y permanecen, lamentablemente", asevera.

El mes de abril de 1977 Hipólito Gómez de las Roces aparcó frente a La Moncloa. Mantuvo una reunión con el presidente, Adolfo Suárez, que le propuso ser candidato de UCD en Aragón. Rechazó la oferta. Un grupo de 35 personas estaban iniciando algo embrionario que luego sería el PAR. "Era sobre todo un hombre político, que tenía vocación y voluntad, que certificó la muerte de la dictadura, y que logró la unidad de todos poniendo como base la Constitución", subraya. "A Suárez lo atacaron todos, desde el PSOE, hasta los miembros de su propio partido, y eso que las mejores cabezas de la política estaban en UCD", asegura.

"Gracias a Adolfo Suárez fuimos a votar por primera vez, casi nada. Supo diseñar una transición ordenada, que con el tiempo se ha convertido en ejemplo para la mayoría de los países de Latinoamérica". Habla Mariano Alierta, que fue diputado constituyente con la UCD de Suárez. Partido que dejó para enrolarse en Alianza Popular. "Mi relación con él fue casi anecdótica porque era un diputado del montón, pero he de decir que era una persona simpática, que estaba siempre sonriendo y un político muy hábil, que lograba meterse a todo el mundo en el bolsillo", cuenta.

José Luis de Arce tiene una imagen grabada: la de Adolfo Suárez en un mitin político, cachirulo en cuello y entonando un jota. El paso del expresidente por Aragón también puede medirse a través de sus visitas como candidato a La Moncloa. Con UCD primero, y luego también con el CDS. "Siempre me pareció honesto y tenaz, un gran hombre de Estado", admite.