El pleno del Ayuntamiento de Zaragoza celebró ayer la última sesión de la actual corporación. A solo 72 horas de que se decida el próximo Gobierno municipal y el nuevo inquilino por cuatro años de la Alcaldía, y con las cábalas y porras que circulan por cada pasillo -gana por goleada Jorge Azcón, por cierto-, los concejales salientes decían adiós, desde el corazón y, por momentos, desde las tripas, tras cuatro años de «intensidad», la palabra más repetida en las dos horas de una emotiva sesión. Con varios protagonistas claros, como el alcaldable del PP saludando a todos o su homóloga en Ciudadanos, Sara Fernández, recibiendo a todos.

Entre los destacados estaban los dos concejales de CHA, Carmelo Asensio y Leticia Crespo, que decían «hasta pronto» resignados al veredicto de las urnas, que les dejaron sin representación en la próxima legislatura fundiéndose en un abrazo entre aplausos. O la concejala conservadora Reyes Campillo, ausente por su enfermedad y ovacionada por los 31 ediles. O los cinco portavoces municipales pidiendo retomar la senda del diálogo que ellos han sido incapaces de hallar en cuatro años.

Estas sesiones, tradicionalmente marcadas por los agradecimientos y por la emoción de los que ya no seguirán, esta vez tuvo ciertos «manguerazos de realidad», como algunos calificaron. Y una conclusión unánime, o un deseo, de acabar con el ambiente bronco y la crispación para retomar el diálogo. Lo pidió el alcalde Santisteve, que en un discurso que también sonó a despedida (solo del bastón de mando, aseguran quienes conocen su decisión de continuar en la oposición con ZeC) también manifestó tener su «mano tendida» en esa convivencia. Aseguró que acaba su mandato «con muchos más amigos y ningún enemigo». En su favor, fue el único edil de ZeC que tuvo a bien interesarse por Fernando Rivarés, ahora en Podemos, con el brazo en cabestrillo y muy aislado por el resto del grupo.

El toque emotivo lo puso el portavoz conservador Jorge Azcón, que se emocionó hasta quebrársele la voz al recordar que «toda despedida es el inicio de otra cosa». El más contundente y crítico, el de la nacionalista Leticia Crespo, que tras recordar que «nadie es imprescindible» y que vuelve a las aulas (es profesora de un instituto) con el sinsabor de la salida de CHA del consistorio con la que «Zaragoza pierde mucho», puso en orden las cuentas pendientes con su propio partido. Admitió que volvió en el 2015 pese a no querer seguir «porque dos espantadas eran muchas para unas siglas que no lo merecían», en referencia a la marcha a la DGA del anterior portavoz, Juan Martín, que le obligó a regresar, y aseguró haber cumplido con «lealtad» y «responsabilidad» pese a que «desde la dirección de mi formación política no ha habido ningún contacto conmigo en cuatro años, ni en momentos políticos ni personales cruciales», o los «rumores» sobre su mala relación con Carmelo Asensio que ambos negaron.

Otros se resintieron a edulcorar la sesión y mantuvieron el mismo tono crítico. Como Pablo Híjar, de ZeC, que empezó diciendo que no había «venido a hacer enemigos pero tampoco amigos» y acabó prometiendo que intentará «aguar la fiesta» a «quienes ahora piensan que sigue su festín» al perder el Gobierno. Palabras que avivaron la «tentación» de enfrascarse de nuevo, en el PSOE, que rehuyó el envite, y en el PP, que no lo hizo. Sebastián Contín parafraseó a La Venganza de Don Mendo y le respondió: «Ved cómo termina el león, cansado de hacer el oso».

Y es que este adiós con el corazón de los 20 ediles que se van, deja tras de sí 20 historias distintas. Unos, como Contín o el socialista Carlos Pérez Anadón, se van a las Cortes como diputados. Otros, históricos en la política municipal como Roberto Fernández o Lola Campos, ponían el broche sin aspavientos a una dilatada carrera en las filas del PSOE. Otros, como Pedro Navarro, cambió la decepción de abril de no fraguar su marcha a Madrid como diputado en el Congreso por la «alegría» de saber, dijo, que el próximo alcalde será su «amigo» Jorge Azcón. Otros, como el socialista Javier Trívez vuelve a la docencia en la universidad, pero anticipó que «el próximo curso empieza en septiembre y queda tiempo para todo», y aseguró sentir como un «fracaso personal» no seguir de concejal y no ir al Senado. Y otros, como Adriana Caridad, ni siquiera asistió al pleno porque tenía que trabajar.

Hubo risas y lágrimas, tras cuatro años de bronca, que culminó con la última foto de grupo. Y el sábado, empieza otra historia, pero esta la escribirán otros 31 concejales.