Más de 120 niñas y mujeres convierten al César Augusta en un club único en Aragón. Ningún otro dedicado en exclusiva al fútbol sala está compuesto íntegramente por chicas, un aspecto que ensalza su autenticidad. El César Augusta es un club genuino que está haciendo historia y que posee un equipo, único en la comunidad, de categoría iniciación y que, desde la Segunda División nacional, sueña con jugar el playoff y alcanzar la cima. Con nueve conjuntos en Aragón, el César Augusta, con apenas seis años de existencia, alberga la cantera más grande de la comunidad en lo que a fútbol sala se refiere y, ya totalmente consolidado, pasea el nombre de Zaragoza con orgullo por toda España.

Ahí, en la casa de los sueños, las más pequeñas conviven con jugadoras de prestigio con experiencia en la élite. Dos de ellas, estandartes del primer equipo y del club, son Lioba Bazán y Tania Villanueva, con amplia experiencia tanto en Primera como en Italia. Lioba es casi una recién llegada al César Augusta, por el que fichó procedente del Fútbol Emotion. Pero su idilio con el fútbol sala empezó en San Viator, donde compartía equipo de fútbol siete con chicos. «Ya querían que viniera el año pasado, aunque tomé otra decisión, pero al finalizar la temporada, amigas del César Augusta me insistieron en que el ambiente era muy bueno y que se estaba bien. Quien me conoce bien sabe que lo que yo quiero es jugar pero que para mí es muy importante estar a gusto, así que hablé con el presidente y con el entrenador y aquí estoy», dice Lioba.

Allí, en la Bombarda, se respira fútbol sala por los cuatro costados. «La relación entre todas las jugadoras del club es especial. Cada niña es importante, las cuotas son asequibles y, los domingos, el entrenamiento de la escuela es gratuito para todas las que quieran probar, aprender o, simplemente, divertirse», dice la jugadora aragonesa.

En el César Augusta, los valores están bien definidos. «Respeto, compañerismo y sobre todo diversión se gane o se pierda», resalta Lioba, que se congratula del continuo crecimiento de este deporte entre las chicas. «Aunque hay categorías que no compiten porque no salen equipos y otras en las que tienen que jugar contra chicos por ese mismo motivo, pero todo irá a mejor porque ya se ven bastantes chicas iniciando desde prebenjamín y eso es buena señal» aunque insiste en que lo más importante sigue siendo «disfrutar».

Tania comparte la visión de su compañera, con la que también comparte edad (32 años) y experiencia en Italia antes de regresar a casa. «Decidí volver tras dos temporadas en Italia para jugar en Primera con el Sala Zaragoza, pero no salió como esperaba y decidí anteponer el trabajo porque, por desgracia, no todas las jugadoras podemos vivir de este deporte», asume. Fue entonces cuando le llegó la propuesta del César Augusta. «Me daban todas las facilidades para poder compaginarlo con el trabajo, así que no lo dudé. Además, me cautivó el proyecto a largo plazo que estaban creando, basado en un club exclusivamente femenino de todas las categorías y con entrenadores con muchas ganas de sacarlo adelante».

Un paso adelante

Porque, para Tania, esa exclusividad supone «un paso adelante muy importante» porque «yo tuve que estar jugando con chicos hasta los 16 porque apenas había chicas que practicáramos el fútbol sala, por lo que, con 12 o 13 años, si querías estar en un equipo femenino tenías que jugar en categorías superiores. Así que, siendo alevín, jugaba con juveniles o incluso directamente en la autonómica, es decir, había una diferencia de años muy importante» recuerda la zaragozana, que se congratula de que las cosas, ahora, han cambiado.

«Ahora no pasa o, al menos, no tanto. Y el César Augusta lucha por poseer el mismo caché que un club masculino y no tener que jugar en otras categorías. Así, el aprendizaje es mucho mejor porque entrenas a las niñas con las cosas que corresponden a su edad y es una maravilla verlas jugar. De hecho, a veces creo que rotan incluso con más orden que nosotras», afirma Tania, que admite que el objetivo de todos pasa por «jugar los playoff». El ascenso ya es otra historia. «Ese sería el sueño».