María del Camen Alejandre, la presunta autora del incendio de la residencia Santa Fe en el que murieron 9 personas y otras tantas resultaron heridas, sufre un cierto retraso mental y rasgos de personalidad característicos de la psicopatía, como la falta de empatía o el egocentrismo. Pero eso no impide que entienda que prender un fuego en un edificio habitado es peligroso, incluso que puede ser castigado con la cárcel; si acaso, pudo afectar a su capacidad de medir las consecuencias del incendio.

Esa fue la conclusión del análisis que ayer hicieron los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), en la última jornada de pruebas del juicio con jurado en la Audiencia Provincial de Zaragoza. En términos penales, los doctores consideraron que las características mentales de Alejandre, en el caso de que los nueve hombres justos la encontraran culpable, debería suponer una merma «leve», de su imputabilidad. Es decir, una reducción ligera de la pena.

Frente a ellos, el psiquiatra aportado por la defensa de la mujer consideró, con parecidos parámetros, que la reducción debería ser «moderada», como mínimo.

Según expusieron los forenses, que coincidían en gran medida con los psiquiatras que la trataron en el hospital Clínico (antes de ser enviada a prisión provisonal, por ser considerada imputable). la mujer estaba afectada por dos factores desequilibrantes: no le gustaba la residencia y creía que no la iban a invitar al enlace de su hijo. «Mi nuera no me quiere ver en su boda», les dijo.

SIN DEMENCIA / Según fue revelado ayer, la mujer fue diagnosticada de demencia erróneamente, al parecer tras unos análisis cerebrales que pudieron ser desvituados por su consumo abusivo de alcohol y antidepresivos. Como consecuencia de ello, y también tras haber agredido a su marido incapacitado y pasado por prisión, terminó en la residencia.

A sus 62 años, ya sin beber y sin estar realmente aquejada de demencia, explicaron los forenses, aquel no era su sitio. No le gustaban «los viejos», les dijo, y quería irse a un sitio más céntrico -al Actur, explicó anteayer su hijo-, donde pudiera ver gente. Esto, con el tema de la boda, actuó como «una olla exprés» para su mente, al retrotraerle a tener que cuidar de su marido.

Para los forenses, esta situación no impide que supiera que lo que hizo -si lo hizo- estuvo mal. No estaba desconectada de la realidad, y de hecho, destacaron, les dibujó con exactitud un plano de todas las habitaciones con sus ocupantes.

Su abogada señaló que, con su inteligencia e impulsividad, no era lógico que pergeñase el plan de robar un mechero y esperar a que todos durmieran. Pero los forenses afirmaron que este es un acto «enormemente sencillo», mucho más que trabajar 30 años y criar dos hijos, como hizo.

Para su psiquiatra, sin embargo, la mujer en realidad vivió toda su vida guiada, «tutorizada» por sus padres, su marido y su hijo. Y los fármacos explicarían su actitud aparentemente tranquila en el siniestro.