A pesar de que ha sido una legislatura de escasas inversiones en obra pública, el final del ciclo coincidirá con un repunte de las inauguraciones y el desembolso económico en la mayor parte de las comunidades autónomas. Sin embargo, Aragón es un inmenso agujero negro en el mapa de las inversiones del Estado y ninguno de los grandes proyectos estratégicos del Estado pasan por la comunidad autónoma. Recientemente, el presidente del Gobierno inauguraba un costoso tramo de la A-8 que cierra las conexiones de autovía por la cornisa cantábrica, y está previsto que a lo largo de este año, con varias convocatorias electorales, se inauguren otros tramos y conexiones tanto viarias como de ferrocarril. Pero si bien en todas las comunidades autónomas están previstas las aperturas de algunas de estas infraestructuras, Aragón tendrá que conformarse con la inauguración, el pasado verano, de un tramo de la A-23 a la altura del puerto de Monrepós y, probablemente, con la inauguración de otro antes de las elecciones de mayo.

Mientras, en el resto de comunidades autónomas se prevé una agenda intensa de inversiones. Entre las más cuantiosas, la llegada del AVE a ocho capitales de provincia o el fuerte desembolso económico que recibirá el Corredor Mediterráneo ferroviario, así como las mejoras en varios aeropuertos.