Las cabras montesas cada vez son menos de monte y más de ciudad. Desde los años 80 del pasado siglo, pequeños rebaños de este ungulado han bajado desde los riscos de las sierras de Teruel al Valle del Ebro siguiendo los cursos de los ríos y los fondos de los valles. Así es como este siglo se han presentado a las puertas de Zaragoza.

«La gente ya no se sorprende de ver cabras montesas en las cercanías del castillo», asegura Rodolfo Viñas, alcalde de Cadrete, una localidad industrial del extrarradio de la capital aragonesa. «Es fácil avistar pequeños rebaños en las faldas de la plana de María».

Viñas calcula que en las laderas agrestes de su municipio viven en la actualidad, «desde hace varios años», alrededor de 30 cabras montesas. «Y también se ven corzos», explica. Unos y otros causan pequeños daños en las huertas del Huerva, «casi inapreciables», cuando descienden en busca de comida.

Mucha pendiente

«La cabra montesa es una especie que está en expansión en la comunidad y que coloniza espacios en los que antes no estaba presente», certifica José Ramón López, director general de Gestión Forestal, Caza y Pesca del Gobierno autonómico.

Los nuevos territorios que eligen para vivir tienen que tener una pendiente de un 30% de desnivel, de ahí que las laderas de las planas de María, al sur de Zaragoza, sean un buen lugar para ellas por sus pronunciadas cuestas y su relieve agreste.

Los técnicos de la Diputación General de Aragón llevan control de la población de cabras hispánicas desde el año 2006. Y gracias a los censos elaborados se sabe que hay 874 ejemplares repartidos en 17 lugares distintos, desde el Sistema Ibérico turolense hasta el valle medio del Ebro.

El río no ha sido un obstáculo en su marcha hacia el norte. De hecho, ya se han avistado cabras montesas en la margen izquierda, en la Serreta Negra, entre los términos de Peñalba y Fraga.

La proliferación de estos rumiantes es rápida. «Se calcula que su población crece un 16% cada año», apunta el responsable de la DGA. «Su crecimiento está ligado al abandono de las zonas rurales, al fuerte retroceso de los pastos para la ganadería extensiva y a la consecuente extensión natural del monte bajo y los bosques», subraya.

Control de población

De hecho, desde el año 2015 se autoriza el control de la población de cabras montesas mediante la caza. La normativa exige que los rebaños tengan al menos 40 individuos y que se elimine como máximo a un 10% de ellos, dos machos y dos hembras.

«Cada año se pueden matar dos o tres ejemplares, pero siempre con permiso del Instituto Aragonés de Gestión Ambiental, porque estos animales están protegidos», explica el alcalde de Cadrete.

En la localidad se ve con buenos ojos que su término conserve amplias extensiones donde aún pueden vivir esta raza autóctona. De hecho, su sociedad de cazadores se encarga de sembrar parcelas con el objeto de que sirvan de alimento a las cabras montesas, los corzos y distintas especies de caza menor.

Una riqueza cinegética que no parece en peligro de extinción. «Con la despoblación del mundo rural aragonés, cada vez es mayor el número de corzos, ciervos y jabalís, además de cabras montesas», señala José Ramón López, que subraya que esa es la causa de que se hayan disparado también las capturas.