La tragedia del incendio de la Tapicería Bonafonte de Zaragoza, en el que fallecieron 23 trabajadores, cumple hoy 45 años, y volverá a pasar desapercibido oficialmente pese a lo redondo de la fecha. El partido Puyalón de Cuchas pidió recientemente que se instale cuanto menos una placa conmemorativa en el lugar de la tragedia, lo que hoy es el sótano de los números 41 al 45 de la calle Rodrigo Rebolledo en Las Fuentes. A este partido le consta que el ayuntamiento está intentando contactar con familiares, pero fuentes municipales confirmaron que, aunque no se cierran a ningún acto de tributo, no hay nada previsto para hoy.

El incendio en el taller de tapicería fue el primero de una serie de trágicos fuegos que se desarrollaron en la capital aragonesa, seis años antes del del Hotel Corona y 17 del de la discoteca Flying. En el de Las Fuentes perecieron 23 personas, y el proceso judicial se cerró sin indemnización para las víctimas e incluso sin causa oficial del siniestro. Por buscar algo positivo, sirvió, como los otros citados, para crear conciencia sobre la necesidad de seguridad en las edificaciones de la capital aragonesa, y para iniciar una profunda remodelación en el servicio de bomberos.

El fuego se desató en torno a las 8.15 horas del 11 de diciembre de 1973. Varios trabajadores de Tapicerías Bonafonte llevaban unos días quejándose por los chispazos de un transformador, pero oficialmente no hubo forma de saber qué causó el fuego, ni sentencia judicial que reflejase un origen con certeza.

Sea como fuere, lo que acabó por provocar las 23 muertes no fue solo el fuego en sí, sino el hecho de que el taller tuviese una única entrada y salida, y que esta quedase bloqueada. Según la prensa de la época, por una explosión.

Los trabajadores fallecidos, de entre 15 y 47 años, pero la mayoría menores de 30, pedían ayuda a través de las rejillas que daban a la calle, pero los esfuerzos de los bomberos por abrir la puerta metálica fueron infructuosos. Tan compleja era la apertura que optaron por abrir un butrón en la pared, entonces expedita -hoy hay un edificio contiguo-, porque era prácticamente el final del barrio obrero zaragozano.

Entre el agujero y los tragaluces fue posible rescatar a algunos supervivientes del incendio, mientras las 45 familias que vivían encima del taller siniestrado eran desalojadas. Los funerales en la basílica del Pilar fueron multitudinarios, e incluso hubo alguna carga policial contra manifestantes que acudieron a protestar por la tragedia y sus circunstancias.

Tres años después del siniestro comenzaba el juicio, en el que los hermanos Bonafonte fueron condenados a tres años de prisión por imprudencia temeraria. Pero más tarde fueron indultados, y como se declararon insolventes, ni las víctimas ni los vecinos desalojados llegaron a percibir indemnización alguna, pese a que la decretada era de un millón de pesetas por familia.