El psiquiatra forense, José Carlos Fuertes Rocañín, resalta que detrás de una quema hay dos perfiles de persona: el que sufre un trastorno de control de impulsos, al que científicamente se le califica como pirómano, y el sujeto que tiene rasgos psicopáticos y actúa de este modo antisocial.

Para este especialista en Medicina Legal, ambos tipos de personas son radicalmente opuestas. El considerado como un enfermo mental (pirómano) «tiene placer por provocar un fuego, disfruta viéndolo y suele tener antecedentes penales por ello». Es por eso que muchos de estos individuos graban sus acciones para disfrutar de sus actos en la intimidad. Estas personas suelen vivir su día a día de forma aislada.

Frente a ello está el que realiza estos actos vandálicos por gamberrismo. En estos casos, según Fuertes Rocañín, suelen ser personas que se relacionan dentro de la normalidad con su entorno, pueden ser hasta padres de familia, si bien «presentan rasgos antisociales que se reflejan en egoísmos o son insensibles al sufrimiento de los demás».

El motivo que les lleva a estas personas a actuar, a diferencia del pirómano, es la protesta por un hecho que le perturbe de la sociedad o del sistema, la reivindicación de una tribu social (en los casos en los que actúan en grupo) o como respuesta a una situación de éxtasis por drogas o alcohol en la que el sujeto está totalmente desinhibido.

El grado de reiteración delictiva en ambos casos suele ser parecida, si bien la diferencia radica en que mientras en un caso es necesario un tratamiento a través de medicamentos, en el otro debería bastar con la aplicación del Código Penal. No obstante, tal y como resalta Fuertes Rocañín, en ambos casos puede presentarse un episodio en el que repita este tipo de conducta.