Las piezas de coleccionismo y antigüedades regresaron ayer a las plazas de San Francisco y San Bruno, tal y como solían exponerse en sus mercados cada domingo, antes de que el covid-19 interrumpiese la costumbre. Sin embargo, la imagen no fue la misma. Estos mercados abrieron con un límite de aforo del 25% y su entrada «blindada» por gel hidroalcohólico para todo visitante.

En el espacio de venta ambulante de San Francisco, que concentra a vendedores de piezas de coleccionismo, se reencontraron solo 13 puestos de los 50 que albergaba habitualmente, con distancia entre ellos y con un aforo máximo de 52 visitantes. Con la entrada y salida claramente diferenciadas, se colocaron rodeando el Colegio Mayor Cardenal Xavierre y con vallas para acotar el espacio.

Mariano Esteban y su mujer, Manuela Cabrejas, venden desde hace 30 años fósiles y minerales, y explicaron que tenían ganas de volver, pero «nos han cambiado el sitio donde estábamos antes, es el único inconveniente, y nos sentimos un poco raros». A este puesto se acercó con curiosidad Marcos, de 5 años. «Colecciono minerales», aclaró. «Hemos venido por salir a la calle y hacer algo diferente y volver a lo que era normal los fines de semana», dijo su padre.

También volvió Aurelio Orce, integrante de la banda Los Diabólicos en los años 60, quien ahora vende vinilos y discos. «Llevo aquí desde que la plaza era de tierra», aseguró. Junto a él se situó Maite, de la tienda Ramón El Maño, con sus playmobil customizados.

Para el coleccionista Juanjo García, «lo importante era empezar de alguna manera, he tenido la suerte de que me ha tocado el primer domingo». Y al final de la fila de puestos, escribía Joaquín Anaya, dedicado desde hace seis años a la caligrafía antigua. «A los niños les gusta mucho» manifestó. También se expusieron colecciones de monedas, sellos, sobres, postales o llaveros, aunque se echó en falta a aquellos que acuden desde Logroño, Lérida o Navarra, así como a los puestos de número par, cuyo turno será el domingo que viene, ya que este primer día se instalaron solo los puestos con número impar.

El mercado de la plaza de San Bruno, especializado en la venta de antigüedades, inició su actividad con un máximo de 16 puestos, frente a los 69 que habitualmente conforman el espacio. Para garantizar la seguridad, también se estableció un aforo máximo, de 219 personas. La plaza, aunque delimitada, contó con los puestos repartidos y separados. Entre estos, gran variedad de antigüedades: pinturas, libros, jarrones, cómics, piezas decorativas...

Los restauradores de las pinturas de Goya de El Pilar, Teresa Grasa y Carlos Barboza, volvieron entusiasmados, como cada domingo, «porque siempre encontramos tesoros maravillosos y el ambiente es precioso. Hay libros interesantes, pequeños cuadros muy bonitos, cerámicas, porcelanas, hay muchas cosas» comentó ella. «Aquí nos encontramos con gente de la cultura aragonesa que viene también a ver, los mercadillos son muy interesantes, hay que potenciarlos», apuntó Barboza. En San Bruno, además, se acoge a algunos puestos de alimentación, con venta de quesos, como los de Guara, o miel de Ricla, entre otros manjares.

Ambos mercados vivieron el retorno de su actividad con expectación, aunque con un ambiente distinto y menos público del que acostumbran a recibir.