«Me fui a Zaragoza a estudiar, como casi todas las personas que viven en Teruel», afirma Laura Polo, quien ahora estudia un máster de estudios de género y literatura en Alemania, de cara a completar un doctorado. Antes, trabajó como profesora interina y pudo conocer de primera mano la realidad de las carencias de la provincia. «Me permitió darme cuenta de la dificultad para asentarse en Teruel. Eso te dificulta el compromiso con un territorio». Sobre esos días, relata que estuvo en pueblos como Cantavieja, con «malos servicios y malas infraestructuras». «Eso y otras cosas me animaron a irme», explica sobre su marcha.

Yendo un poco más atrás en su recorrido, recuerda: «Cuando tenía 17 años me quería ir de Teruel porque le faltan servicios, oferta cultural... falta invertir dinero en juventud pero, una vez que me he ido, reconozco que me gustaría volver», considera. «Creo que, a pesar de todos los inconvenientes que hay, es una ciudad en la que se vive bien», reflexiona.

Acerca del futuro de la provincia, a pesar de todo, recalca: «Soy muy optimista y creo que sí se puede, pero hay unos focos obligatorios que hay que abordar ya para que la gente se quede». Entre ellos, las conexiones y la relación entre administraciones.