A Jesús, un vecino de de Épila, jamás se le borrará de la cabeza aquel día que fue a dar de comer a sus animales un 28 de septiembre del 2018 cuando un familiar suyo la emprendió a tiros contra el coche en el que iba. No le dejó ni bajar del turismo y fue su salvación, ya que el volante sirvió de escudo. Ante el ataque no dudó en pisar el acelerador y herir gravemente al atacante que este lunes, durante el juicio que la Audiencia de Zaragoza celebra por estos hechos, admitió los disparos que acometió por los que la Fiscalía solicita 16 años de cárcel. Eso sí rechazó dicha condena mientras pedía «comprensión» (rebaja de la pena a cambio del reconocimiento).

Fue la única palabra que verbalizó el encausado, Francisco G. E., quien se acogió a su derecho a no declarar. Quien sí lo hizo fue la víctima que aseguró «no dormir desde aquello». «No recuerdo bien, sí sé que me asuste al verle pegar tiros», afirmó a los magistrados detrás de un biombo.

Defensa

Este joven de 28 años negó el supuesto que expuso el abogado de la defensa, Javier Elía, por el que el atropello habría sido previo y los disparos una reacción defensiva. «Le atropellé tras dispararme, yo podía estar en una caja de pino», espetó.

De hecho, los agentes de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil de Zaragoza destacaron que una bala pudo salir por la ventana, pero que otra se alojó en el volante y que dicho proyectil se hubiera alojado en el pecho de la víctima. Estos agentes también describieron las posiciones del agresor y del vehículo en el que iba la víctima y un amigo suyo, de 16 años, destacando que el atacante «disparó a matar» al conductor. El menor que en aquel momento acompañaba a la víctima mantuvo la misma versión que Jesús. «Disparó, mi primo me agachó y salimos corriendo», aseguró.

Los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) presentaron ante los magistrados de la Sección Sexta del tribunal provincial que el acusado tiene mermada su imputabilidad puesto que sufre un trastorno de personalidad.

Estos especialistas afirmaron que Francisco G. E. no sufre una esquizofrenia, pero sí «es una persona cuya pérdida del control de los impulsos es habitual». «Está en el grupo de personas más indefinido en el que están los borderline o los narcisistas», explicaron durante la presentación de su informe. Este martes continuará el juicio con más periciales y con los informes definitivos de la defensa y de la acusación pública que podría modificar su solicitud de condena