El frío no es la única razón por la que una persona se decide a acudir al Refugio de Zaragoza para no tener que dormir en la calle, pero durante estos días de intenso invierno la ayuda se agradece más si cabe. Es el caso particular de un colombiano que lleva trece meses en Zaragoza tras huir de su país por la persecución que sufría por parte de los grupos armados que hoy siguen estando activos en el estado suramericano. A sus más de 60 años, está a la espera de que le otorguen el asilo político para poder quedarse en España y empezar a trabajar. «En el Refugio llevo unos dos meses en total. Me fui, pero ahora que hace tanto frío he vuelto», cuenta.

Llamativo también resulta el caso de un matrimonio y su hija de 22 años. «Papá, tú entraste aquí el 27 de noviembre, y nosotras el 2 de diciembre. Ese día no se me olvidará en la vida», relata la joven. Ella estudió Artes, pero tuvo que dejarlo para ponerse a trabajar. Además sabe francés e inglés. El padre, con 62 años, trabajó durante casi 15 años como operario para el Ayuntamiento de Zaragoza, pero su plaza se hizo fija y él no pudo presentarse a la oposición. «Nos quitaron la casa y ahora estoy cobrando poco más de 400 euros. Estuvimos buscando un piso de alquiler, pero no encontramos nada. En cuanto tengamos algo no iremos. Me han quitado una vida entera», dice no sin resignación.

Enseguida entra en la conversación su mujer, que quiere dejar claro que están recibiendo un muy buen trato por parte de los trabajadores del Refugio. «No podemos pedir más», asegura antes de marcharse a jugar una partida de cartas con los demás usuarios del centro. «Mis amigas no saben que estoy aquí -añade la hija-, pero no tenemos vergüenza. Nadie está exento de vivir esta situación. Si alguien se ríe de nosostros, que sepa que a él mañana le puede pasar lo mismo».

LOS DATOS

Además de alojamiento, el Refugio ofrece a sus huéspedes desayuno, comida, cena, servicio de lavandería y orientación por parte de los asistentes sociales del centro. Durante el pasado año, esta institución atendió a un total de 1.395 varones (sus usuarios mayoritarios), de los cuales 992 acudían por primera vez. Del total, un 60% eran extranjeros y un 40% españoles. «Nos amoldamos a las necesidades de las personas que vienen», explica Ernesto Millán, responsable del centro. «A pesar de lo que se piensa, aquí apenas hay conflictos», concluye.