El caso es que, según las publicaciones oficiales y oficiosas, los jefes están muy preocupados por la sostenibilidad y la cuestión medioambiental. Pero luego el día a día va por otro lado. Le das un vistazo al último número de Ebrópolis Noticias y parece que el Plan Estratégico de Zaragoza y su área de influencia va a incrementar las cauciones ecológicas; qué guay, oye. Pero en la realidad todo se atropella, se descontrola, se encabrona y resulta, por ejemplo, que para instalar el Parque del Reciclado se llevan por delante sin control aparente ochocientas hectáreas de estepa, habitat de varias especies de aves, una de las cuales, la alondra de Dupont, tiene categoría de vulnerable en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.

El caso es que a mí me parece bien que haya instalaciones para el reciclaje y viviendas y urbanizaciones y parques eólicos y estaciones de esquí. Pero no como se está haciendo: sin control, sin reglas coherentes, sin cautelas medioambientales, sin fijar límites, sin ubicar las reservas intocables. Las normas marco no existen, son un cachondeo o son retocadas para hacerlas cada vez más flexibles . Y las afecciones ecológicas son evaluadas como coste cero; es más no se pone ningún cuidado en evitarlas. Para qué.

Se dice que todo está en regla. ¿Todo? La semifallida ampliación de la estación de esquí de Formigal (en la que se han invertido decenas de millones de euros procedentes del erario público) ha desvelado notorios fallos medioambientales y técnicos. La construcción de un descomunal parking a pie de pistas ha desestabilizado una ladera entera y al parecer el mismo problema afecta seriamente a las pilonas de la gran telecabina, que por supuesto ni funciona ni se le espera; de propina, gente que entiende manifiesta su inquietud por las afecciones que todo este desaguisado pueda tener sobre el nacimiento del Río Aragón. Pero nadie con autoridad da una explicación convincente.

Aviados vamos.