El precio de la patata se ha situado en niveles de récord. La escasa producción en Europa por culpa de la sequía ha desplomado las cifras de exportación de los principales países productores (Francia, Holanda y Alemania), mientras que España, donde la cosecha no ha sido tan mala, ha vendido más producto al exterior por las buenas cotizaciones que han recibido los operadores.

Todo ello ha provocado una caída de la oferta que ha llegado a duplicar los precios. La subida también ha llegado a los lineales de los supermercados, mientras que el incremento de las cotizaciones en origen tampoco ha tenido una gran incidencia en el campo aragonés, ya que su producción de patata es casi testimonial.

Sin duda, los principales damnificados han sido los grandes consumidores. Es el caso de la firma turolense Doruel, que regenta una fábrica de patatas fritas en Villarquemado. «Las estamos comprando al doble que un año normal; ahora nos cuestan 0,58 euros el kilo, cuando lo normal es 0,30 euros», explica el director general de la planta, Julián Rubira.

Al menos, la compañía solo tiene que recurrir a sus proveedores durante los meses de verano, ya que el resto del año se autoabastece con su propia cosecha. «La calidad de nuestras patatas es tan alta que las recogemos a principios de octubre y en las cámaras nos duran hasta el mes de junio», destaca Rubira.

FUERTE VOLATILIDAD

La sequía que ha asolado a buena parte de Europa ha hecho que los rendimientos hayan caído en torno a un 20% y que la calidad de la cosecha sea muy baja, lo que ha disparado el precio de la patata española. «Hace un mes y medio la temprana de Andalucía y Murcia se llegó a pagar a más de 400 euros la tonelada, cuando lo habitual son 180 o 200 euros», subraya el responsable de acción sindical de UAGA, Toño Romé.

Recientemente ha entrado en los mercados la patata de Castilla y León -la comunidad más productora-, lo que ha permitido que los precios bajaran hasta los 300 euros por tonelada, tal y como apunta Romé.

El representante de la organización sindical señala, no obstante, que el sector de la patata siempre se ha caracterizado por su volatilidad. «Hace años se llegaron a vender a 80 euros la tonelada, cuando los costes de producción rondan los 120 euros», lamenta.

Ha sido precisamente esta inestabilidad la que ha provocado que el cultivo de este tubérculo se haya desplomado en todo Aragón y en España. De hecho, el país es netamente importador de patata desde que la superficie cultivada cayó de más de 200.000 hectáreas a poco más de 70.000.

El alza de precios ha hecho que la patata de media estación de Castilla y León, La Rioja o Albacete se pague en origen a más de 40 céntimos el kilo, frente a los 0,16 del año pasado.

Según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el consumidor final abonó un precio medio de un euro el kilo, frente a un precio medio en origen de 0,34 euros.