Lo más bonito de la noche del domingo fue aquella sonrisa de Gustavo Alcalde. Emergió en su rostro a duras penas, estirando las comisuras de los labios hacia arriba, abriéndose paso entre la rigidez de unos músculos habituados durante años a la parálisis del rictus. Pero al final estalló como un relámpago de alegría. El PP había alcanzado el nivel del cuarenta por ciento de los votos, y aunque los socialistas se Iban arriba con casi seis puntos de ventaja, el jefe de los conservadores aragoneses estaba contento. ¡Alabados sean los dioses!, me dije, tal vez ha llegado la hora del relajo y el buen rollito.

El PP está satisfecho, el PSOE está satisfecho, CHA se conforma, Izquierda Unida no se queja y el PAR se consuela como puede. Todo son sonrisas. El Partido del Cannabis se ha convertido en estas elecciones en la sexta fuerza política aragonesa. ¿La abstención, dicen? Bueno, no pensarían ustedes que el personal iba a volverse loco por un proceso electoral tan abstracto y poco decisorio como éste. Votar un Parlamento Europeo que hoy por hoy sólo es una lujosa declaración de intenciones no es lo mismo que decidir sobre quienes de verdad nos gobiernan. Si nos dejasen, es un decir, participar en las presidenciales norteamericanas (o en las de Ibercaja), seguro que la gente acudiría en masa a las urnas. Nada fascina más que tocar con la punta de los dedos el meollo del verdadero poder.

Todos contentos. Virguero. Este 13-J queda ahí como una alegre colección de fuegos artificiales. Con tan poca participación y tan escaso compromiso, sus resultados no son extrapolables y pueden ser interpretados a placer. En las europeas del 99, cuando el PSOE estaba boqueando como pez fuera del agua, el PP sólo le cogió tres diputados de ventaja. Pero un año después, la derecha barrió en las generales con una mayoría absoluta, absolutísima.

Lo mejor de todo es que ya no hay elecciones hasta dentro de tres años. Unos y otros (gobiernos y oposiciones) podrán, digo yo, dedicarse por un tiempo a la política en vez de a la propaganda.

Alcalde vuelve a sonreír. Belloch y Gaspar celebraron ayer juntos y risueños su primer año en el gobierno municipal de Zaragoza. Encantados de haberse conocido, oigan. En verdad que deberían legalizar el cannabis para que la risa fuese un estado de gracia universal y permanente. Mientras, la vida sigue.