La agresiva imagen del tiburón, protagonista de numerosos dramas humanos y leyenda marina tan recurrida por la empresa del cine para hacer taquilla, contrasta mucho con los beneficios saludables que se encuentran en sus entrañas. Suena raro, pero no es broma.

Allí, y aislado en el hígado de los tiburones más comunes (spiny dogfish), está la escualamina, un compuesto químico que actúa como un extraño antivirus frente a muchas enfermedades. Extraño porque hasta hace unos años se desconocían sus cualidades y, al mismo tiempo, un «auténtico descubrimiento» para la ciencia porque consigue hacer frente a patologías tan duras y devastadoras como el párkinson, que es neurodegenerativa y no tiene cura.

Sabe muy bien de sus beneficios y de sus buenos resultados Nunilo Cremades (Barbastro, 1979), la investigadora Ramón y Cajal del Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (BIFI) de la Universidad de Zaragoza que ha participado en un reciente estudio realizado con un equipo del campus de Cambridge. Después de muchas líneas de investigación con el párkinson como eje central, Cremades transmitía ayer su «satisfacción» por haber logrado este hallazgo. «Cuando te embarcas en el estudio de estas enfermedades, desde procesos moleculares hasta ensayos clínicos en medicina, tu objetivo es intentar buscar un tratamiento para algo tan devastador», apunta la investigadora, única española del equipo.

¿Y cómo se llega hasta este descubrimiento? Cremades, vinculada a la Universidad de Cambridge, empezó a investigar el tema en el laboratorio de este campus del Reino Unido. «Fue algo al azar que surgió, hace cuatro años, en la Universidad de Georgetown (EEUU), cuando se dieron cuenta de que enfermos de párkinson, que estaban siendo tratados con escualamina para otras enfermedades, mejoraban de forma rápida y muy drástica en esta patología. Eso nos llevó a pensar que existía un link y que este compuesto podría servir», explica.

Aunque todavía queda «mucho por hacer», el próximo paso podría ser que la escualamina se comercialice como fármaco para el párkinson, la segunda enfermedad neurodegenerativa con más prevalencia hoy en día, afectando a una de cada 1.000 personas en el mundo, y sin ningún tratamiento en la actualidad que erradique su existencia. «Hasta ahora, los estudios anteriores no superaban ensayos preclínicos de bioseguridad o los animales modelos no respondían como se esperaba y han sido un fracaso. Lo nuestro está dando ya buenos resultados en personas, así que sí es factible que opte a ser un fármaco. Es un inicio, un germen, una primera semilla para algo muy importante», añade.

Reconocimiento

La investigadora aragonesa, que logró el año pasado la financiación de la Fundación Michael J. Fox (institución estadounidense de referencia en la lucha contra el párkinson), apunta que «con poca cantidad» de escualamina se puede lograr una buena mejoría de los síntomas. «Lo que se ha utilizado en el ser humano no ha dejado efectos secundarios, sino una recuperación significativa, así que no haría falta más», dice.

El equipo de Cremades en la Universidad de Zaragoza ya lideró, hace unos años, un proyecto que consiguió aislar y caracterizar, con un nivel de detalle sin precedentes, diferentes formas oligoméricas tóxicas involucradas en el desarrollo y evolución de la enfermedad del párkinson.

Tras años de dedicación, el nuevo descubrimiento reconforta a Cremades. «Es que estoy muy contenta porque es un éxito y la culminación a un gran esfuerzo. Ha sido mucho trabajo», reitera la bioquímica, quien recientemente ha sido madre y ayer acudió con su pequeña al acto con los medios de comunicación en el Paraninfo. «Han sido meses duros, pero esto compensa», dice.

Michael Zasloff, de la Georgetown University Medical Center, es considerado el padre de la escualamina, la cual descubrió durante la búsqueda de agentes antibacterianos en los tiburones cuando observó que estos eran inmunes a algunas enfermedades causadas por virus que, en otras especies, hacía estragos. «Dígamos que no se buscaba eso, pero se encontró un poco por casualidad. Se comprobó que este compuesto inhibe los procesos iniciales que llevan a la proteína involucrada en el párkinson a agregar y a la vez reducir la toxicidad de los agregados dañinos una vez formados», apunta Cremades. De este modo, el tiburón ya está un paso más cerca de entrar en la lista de seres bienhechores de la humanidad.