Hay personas y colectivos humanos a los que sólo se les ven los defectos con el tiempo. Al principio parece que son la fin del Mundo; y luego, nastis de plastis. El Real Madrid empezó la temporada de galáctico y la está acabando en plan sálvese quién pueda. Además tiene mucha guasa ver que son aquellos jugadores descartados porque no encajaban en el star system de Florentino Pérez (Morientes, Valdo o Milito) quienes le fastidian ahora los partidos claves al equipo que los tuvo y no los quiso.

Pero, yendo a terrenos más serios, observen ustedes cómo, poco a poco, se caen las vendas y el mismo discurrir de los acontecimientos va desmontando aquel España va bien tan asumido durante los últimos años. Ya no es sólo el tema de Irak o el desmadre ferroviario y medioambiental, sino la sacrosanta economía, pieza fuerte de los gobiernos de Aznar, que le valió a Rato un doctorado universitario y al PP muchos días de éxito incontestable. Pues ahora resulta que no es oro todo lo que relucía. Los gurús ya advierten sobre el endeudamiento familiar, el estallido de la burbuja inmobiliaria, el bajo nivel de globalización económica, el desplome de la investigación, el escaso desarrollo y uso de las nuevas tecnologías... Incluso he oído estos días a reconocidos expertos advertir que el déficit cero no ha sido consecuencia de una buena reforma del gasto público, sino del incremento en tres puntos de la presión fiscal (¿pero no decían que habían bajado los impuestos?) y el descenso en otros tres puntos de los tipos de interés. Y aguarda que dejen de venir dineros de Europa.

El tiempo deja a los poderosos con las vergüenzas al aire. Es un síndrome hecho a la medida del PP. Porque la derecha es muy hábil a la hora de colar gato por liebre. En cambio, al PSOE se le ven los tajos bajos a las primeras de cambio. Como al Real Zaragoza, que viaja cada semana de la gloria al desastre sin escalas intermedias. Así no hay que esperar para empezar a sufrir.