Si uno tuviera como afición engancharse al canal de YouTube del Ayuntamiento de Zaragoza y ayer por la mañana se hubiera metido a contemplar el desarrollo del pleno seguramente se hubiera sentido un poco descolocado. No es seguramente el mejor plan para el último viernes de julio, pero lo cierto es que escuchando a los concejales de la corporación zaragozana uno aprende mucho. Aunque muchas veces de cuestiones que no tienen nada que ver con la ciudad.

Comienza la sesión y desde la bancada derecha el portavoz de Vox, Julio Calvo, empieza a impartir la lección. Este viernes tocaba clase de españolidad e historia, así que el señor Calvo se puso a contar al resto de los concejales los logros y glorias conseguidos por los colonos del grandioso Imperio español en el actual Estados Unidos. El de Vox estaba preocupado por el derribo de algunas estatuas de personajes históricos españoles en el país que gobierna Donald Trump, por lo que pidió al resto de los grupos que se sumaran a su moción para defender la hispanidad. Con los votos a favor de PP y Cs se aprobó la propuesta, por lo que seguramente ningún californiano se atreva nunca más a insultar a Colón. Asunto solucionado. Zaragoza al rescate.

Y si la primera parte del capítulo de ayer fue sorprendente, la segunda fue algo menos innovadora, pero no por ello menos entretenida. Fue entonces cuando resonaron en el salón de plenos las palabras mágicas de la ultraderecha y las manidas expresiones de la izquierda a colación de un debate que estaba teniendo lugar por la educación concertada.

«Socialcomunistas» que gobiernan en connivencia con «filoetarras e independentistas», «sectarios» y «totalitarios», fueron alguna de las palabras que Carmen Rouco, de Vox, dedicó a los concejales de la izquierda, que respondieron con ironía.

Más tarde se habló del Che Guevara, que tiene una calle en Zaragoza, y Calvo dio una noticia inesperada por el resto de los concejales: «No nos gusta la ley de memoria democrática». Ninguno pudo creerlo.

A partir de entonces la trama se hizo más densa y aburrida. Y es que para ser justos y dejando la ironía de lado, durante las más de siete horas que duró el pleno también hubo muchos debates que tienen algo más que ver con la ciudad. Ayer se habló de la reforma de las viviendas sindicales y las reparaciones que necesita estas zonas degradadas, de la contrata del autobús, del problema de los desahucios y la vivienda, del ocio juvenil, de energías renovables... Cada grupo expuso su postura, aunque pocos acuerdos hubo que vayan a hacerse realidad en los próximos meses. Es lo que tienen las mociones, que no dejan de ser meras declaraciones de intención.

Ayer tuvo lugar la última sesión en el salón del ayuntamiento antes de que muchos concejales se vayan unos días de vacaciones. La temporada se cerró con dos plenos por el precio de uno, porque al acabar el ordinario los representantes de los zaragozanos se quedaron un rato más para debatir, con carácter de urgencia, la nueva ordenanza contra el botellón que pretende aprobar PP y Cs.

El objetivo era delegar competencias para poder votar la norma, con carácter inicial, en una comisión que se celebrará en agosto, para que cuando llegue septiembre el botellón ya esté prohibido.

Muchos son los melones abiertos que llegarán al pleno y a las comisiones de área después del parón estival, pero por el momento la serie finaliza aquí su temporada. Habrá que ir buscando nuevas series a las que engancharse este agosto.