Las tierras del bajo Ebro estuvieron muy pobladas en el transcurso del primer milenio antes de Cristo, a juzgar por las numerosas huellas de humanización rastreables en casi todos los cabezos o altozanos de la comarca. Del paso de Roma por las tierras del Ebro uno de los más interesantes ejemplos que sobreviven es el mausoleo de Miralpeix, en Caspe. Aunque bastante deteriorado en su estructura, el templo mantiene más o menos bien definidos sus dos cuerpos.

Se trata de un sepulcro de la segunda mitad del siglo II construido en sillares de arenisca muy bien cortados. Presenta una planta rectangular y está cubierto por una gran bóveda de medio cañón de ocho metros de altura. En las esquinas aún aparecen restos de columnas y capiteles de tipo corintio, adornados de follaje trepado. Este monumento fue sacado de su ubicación original hace más de tres décadas, debido a la construcción del embalse de Mequinenza y el mausoleo quedó ubicado desde entonces en los jardines de la Colegiata, donde se ha consolidado como una de las señas de Caspe, uno de los pilares de su patrimonio y un atractivo turístico.

En todo caso, el gran referente artístico de la zona en la época romana se encuentra aproximadamente a un kilómetro de Fabara. Allí se levanta otro mausoleo del siglo II dedicado a un rico propietario. Orientado al este y de planta cuadrada, su exterior imita el de un pequeño templo. Según se indica en la guía Arte en la provincia de Zaragoza, editada por la Diputación Provincial, posiblemente sea el monumento de este tipo mejor conservado de toda España.

"No es espectacular como pueden ser otros monumentos romanos de la península, pero su estado de conservación lo hacen único", indica el concejal de Cultura de Fabara, José Francisco Brunet. Su visita es muy gratificante, pues está ubicado en el centro de una huerta y cuenta con un pequeño parque y una zona para aparcar en sus proximidades. El panteón, que consta de un edificio de planta rectangular, está construido sin usar mortero, uniendo los bloques de piedra con grapas de hierro. Su interior lo ocupa una cámara para el culto abovedada, donde tenían lugar sacrificios y libaciones. Al parecer, según Brunet, fue construido para una sola persona, aunque es difícil de precisar.

Con la llave, que se puede solicitar en el ayuntamiento, se puede acceder al interior del mausoleo. Aunque el edificio destaca por su austeridad, es inevitable sentir en su interior el viento de la historia detenido en esta modesta casa de la muerte.

Arte aragonés

El mausoleo, según precisa el concejal de Cultura, atrae a un gran número de visitantes interesados en la Historia. En general, en Fabara lamentan que gran parte de este turismo no recale en el pueblo, en el que también se pueden encontrar atractivos como el edificio del ayuntamiento, en cuyo interior se puede visitar un museo dedicado al pintor Virgilio Albiac. "La gente interesada en el arte aragonés del último siglo podrá encontrar una colección única inspirada en las tierras del bajo Ebro", destaca Brunet. Frente a la iglesia (de un estilo gótico almenado poco habitual para la zona) se puede encontrar la escultura de un pensador en la memoria de los caídos en la guerra civil. Sustituye a la placa franquista y según el concejal se colocó en memoria de todas las personas que en aquellos terribles años murieron, sin distinción.

En los alrededores del panteón también se pueden descubrir los restos aparecidos en las distintas campañas de excavación que se han desarrollado en la zona. Unos kilómetros más alejado, y completando la serie de mausoleos de la época que hemos abierto con Miralpeix, también se puede descubrir la tumba de Chiprana, igualmente interesante para todos aquellos que deseen revivir por un instante los años de dominación romana.