Las pasadas navidades se estrenó la nueva concesión del bar de Tierz. Se llama La carrasca y lo gestionan Rosa Romeo y Celso Langarita. Desde su terraza ofrecen unas vistas espectaculares del cercano castillo de Monteraragón, en Quicena. «Lo bueno de este pueblo es que hay trabajo todos los meses», indican.

Aunque son originarios de Zaragoza, estuvieron trabajando en el club de tenis de Huesca y decidieron cambiar de negocio para obtener algo más de tranquilidad. Les ha sorprendido la vida en el pueblo, algo que casi les obliga a vender más chucherías a los niños que salen de la escuela que cortados para los jubilados que acuden a la partida de guiñote.

«Hemos encontrado un sitio con mucha vida, aunque sí que se nota que durante el día mucha de su población se traslada a trabajar a Huesca», indican.

Las jornadas de más bullicio son la celebración de las fiestas, que coinciden para la festividad de san Jorge. En ese momento la calle delantera del bar se llena con las atracciones y las ferias. «Todo el pueblo participa por igual de las actividades», destacan.

Un servicio de bar es algo fundamental para garantizar la pervivencia de los pueblos, una ausencia que notan en otras zonas más pequeñas de la comarca. «Algunos de nuestros clientes vienen de los núcleos cercanos, pues aquí tienen un lugar en el que poder relacionarse», indican. Así, Rosa y Celso, que acudieron a Tierz buscando «tranquilidad», se han encontrado un ajetreo desacostumbrado, algo que celebran.