El artículo 26 de la Ley Orgánica para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres, del 22 de marzo del 2007, atiende a la igualdad en el ámbito de la creación y producción artística e intelectual en los siguientes términos: a las autoridades y administraciones públicas que, de modo directo o indirecto configuren el sistema de gestión cultural, corresponde la adopción de iniciativas que favorezcan la promoción específica de las mujeres en la cultura, incentiven ayudas a la creación y producción artística e intelectual de autoría femenina, promuevan la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública, garanticen la representación en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión existentes en el organigrama artístico y cultural, adopten medidas de acción positiva a la creación y producción artística e intelectual de las mujeres, propiciando el intercambiando cultural, intelectual y artístico; y en general, y al amparo del artículo 11 de la Ley: todas las acciones positivas necesarias para corregir las situaciones de desigualdad en la producción y creación intelectual artística y cultural de las mujeres.

En la reivindicación y exigencia feministas de un marco de igualdad para el reconocimiento de los derechos de las mujeres está el origen de la Ley de 2007. Antes de esa fecha no era un asunto que preocupara al conjunto de la sociedad. En el ámbito de la cultura y de la creación permanecía oculto el legado histórico de las mujeres y su presencia era muy limitada en todos los niveles de los diferentes sectores: el sistema patriarcal las excluía. La promulgación de la Ley permitió avanzar, pero a un ritmo extraordinariamente lento: porque sucede que su redacción es tan clara como complicada su cumplimiento al depender en exclusiva de la voluntad política y de la sensibilidad particular de las personas responsables de hacerla efectiva; y, por supuesto, de las acciones de presión realizadas por colectivos feministas.

Existe la ley pero en Aragón no hay cifras que nos permitan analizar su aplicación objetiva en los diferentes sectores de la cultura, más allá del Observatorio de Género en las Artes Visuales en Aragón, de iniciativa privada. En el ámbito de las artes visuales la desigualdad de la mujer es evidente: la presencia de obras realizadas por mujeres artistas en las colecciones públicas y en exposiciones temporales, o la proporción de mujeres en la estructura directiva de las entidades dedicadas a las artes visuales, son muy reducidas. La evidencia de la situación no es suficiente para corregirla: es preciso conocerla con datos precisos para adoptar las decisiones políticas adecuadas. Y, por el momento, solo disponemos de los informes del citado Observatorio sobre la igualdad de género en las exposiciones celebradas en Aragón durante las temporadas 2017-2018 y 2018-2019.

El análisis de los resultados de ambos informes registra un importante incremento de la presencia de mujeres artistas, del 33% al 40%, debido a la iniciativa pública en el cumplimiento de los criterios de igualdad, pero el desglose de los datos obliga a matizar conclusiones rápidas: el incremento es fruto de una integración inducida políticamente con la intención de obtener un resultado rápido, y por tanto superficial, en lugar de obedecer a un proceso natural, lento, reflexivo y profundo.

Puede pensarse que, en cualquier caso, algo se ha conseguido, pero existe el riesgo de que esta tendencia sea coyuntural y, por ello, expuesta a cualquier cambio político que la quiebre. En la última temporada más del 80 % de las mujeres artistas participaron en exposiciones colectivas, lo que explica que se haya avanzado de una tasa del 29 % a una espectacular del 46 %, muy próxima a la de la igualdad absoluta. Sin embargo, en las exposiciones individuales apenas se ha pasado del 34% al 39%. Queda claro que la voluntad política en este tema, y también la sensibilidad de las personas responsables de la programación de las salas públicas en Aragón, se reduce a entender la igualdad de la mujer artista como colectivo. Es evidente que se obtienen resultados rápidos de mayor visibilidad pero ¿para quiénes? En una programación media el destino de un hombre artista es una exposición individual acompañada de la correspondiente edición de su catálogo razonado; el de una mujer, acompañar a otras en una colectiva cuyo discurso queda reducido al título.

Pese a todo, la situación ha cambiado: la igualdad de género en todos los ámbitos, y en particular en el de la creación y producción artística e intelectual, ocupa la atención de las instituciones, a través de todas sus áreas, de las editoriales, de las productoras y de los medios de comunicación. No es suficiente. Los programas que se presentan parecen empeñados en diseñar compartimentos estancos que siguen sin dar respuesta a los interrogantes que las mujeres han planteado a lo largo de la historia. ¿Nos escuchan?