Pese al progreso logrado gracias a las iniciativas feministas, la sociedad del siglo XXI todavía no ha conseguido normalizar el valor social y político que representan las mujeres en todas las esferas de la vida. Los discursos que hacen visibles sus contribuciones a lo largo de la Historia continúan siendo algo puntual. Tenemos directrices, normas y leyes, pero es necesario que el sistema educativo en general y la Universidad pública en particular asuman un papel verdaderamente protagonista en la generación y transmisión de conocimientos para contribuir a la igualdad real de oportunidades y de trato.

El movimiento feminista lleva décadas realizando en las calles un extraordinario trabajo de concienciación y de sensibilización desde el punto de vista social y político. Para conseguir efectos duraderos es también necesario que en las aulas universitarias se aborde un feminismo que, en palabras de la filósofa Françoise Collin, no consiste en hacer a las mujeres iguales a los hombres, sino en reinventar las posiciones sexuadas y el mundo común. Indudablemente, se han dado pasos en este ámbito, aunque no los suficientes.

Iniciativas como la constitución del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer en la Universidad de Zaragoza en 1994 nacieron con el propósito de contribuir a esa tarea. Casi treinta años después, sigue pareciendo evidente que debería existir una estructura de coordinación

multidisciplinar de la investigación de los estudios feministas y de género, más allá de la organización de jornadas, ciclos, talleres o cursos de formación.

Otras actuaciones han tratado de aportar su grano de arena a la tarea a lo largo de estos años: las demandas constantes de buena parte del alumnado universitario y el trabajo colaborativo de un grupo de profesoras de la Facultad de Filosofía y Letras fueron dos factores decisivos que permitieron poner en marcha el Programa de Doctorado Interdepartamental Estudios de Mujeres en 1999, pionero en el Estado español. Dicho programa constituyó una referencia fundamental para avanzar un paso más; unos años después llegaron afortunadamente el Programa de Doctorado en Relaciones de Género y Estudios Feministas y el Máster en Relaciones de Género de la Universidad de Zaragoza. También la creación de Sagardiana, la primera colección feminista de nuestras Prensas Universitarias, supuso un nuevo hito en el cambio de siglo.

Las expectativas del proyecto de convergencia para la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, visto como una oportunidad para vincular los Estudios de las Mujeres, Feministas y de Género a la excelencia del sistema universitario, no se cumplieron. Se crearon distintas agencias para evaluar la enseñanza superior, para garantizar y promover su calidad de la docencia y de la investigación, pero su influencia en la necesaria transformación del sistema universitario español desde este ángulo ha sido escasa.

La Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género (Eufem), a la que se incorporó nuestra Universidad a través de su Cátedra de Igualdad y Género, ha asumido, entre otras cuestiones, la tan reiterada reivindicación de «un área específica científico técnica» y de un Código Unesco que reconozca y ampare una larga y contrastada trayectoria profesional. ¿Dónde está el problema?

Además, sigue pendiente un reto de envergadura: la introducción del feminismo y del género en los estudios de Grado y, especialmente, en el Máster Universitario en Profesorado de ESO, Bachillerato, FP y Enseñanzas de Idiomas, Artísticas y Deportivas, para garantizar la adecuada formación del profesorado de todos los niveles educativos. Existe desde hace décadas un profesorado, mayoritariamente femenino, comprometido con el cambio; sin embargo, a falta de una transversalidad efectiva, las iniciativas no acaban de tener efectos generalizadores en el conjunto de la actividad docente. En este sentido, el Observatorio de Igualdad de Género de la Universidad de Zaragoza, creado en el 2008 según lo dispuesto en la Ley Orgánica 4/2007, debe convertirse en referencia ineludible de interlocución para toda la comunidad universitaria, con una visión transformadora acorde con los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

En el momento actual, la sociedad asiste impotente a un goteo incesante y desolador de feminicidios. Sectores retrógrados cuestionan el papel crucial de la educación para erradicar la violencia machista y la propia violencia contra las mujeres por el hecho de serlo. Al trabajo pendiente se suma ahora la emergencia de una ultraderecha que nos retrotrae al negacionismo lúgubre de la dictadura ideológica que nos usurpó nuestras libertades, y que creíamos superada. Ya nos previno Simone de Beauvoir: basta una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Por todo ello, la sociedad necesita una Universidad pública transformadora para afrontar con mayores garantías las situaciones de discriminación y desigualdad. Nada hay más revolucionario que la cultura y el pensamiento crítico... con perspectiva feminista