Camina con zapatillas de gamuza. No hace ruido. Apenas habla, pero tiene el corazón destrozado. Se acaba de morir uno de sus pilotos favoritos, Nicky Hayden. Ramón Aurín, uno de los hijos del mítico ingeniero Antonio Cobas, ha trabajado con y para Álex Crivillé, Carlos Checa, Alberto Puig, Sito Pons, Jorge Martínez Aspar, Loris Capirossi, Max Biaggi, Troy Bayliss, Andrea Dovizioso, Dani Pedrosa y Nicky.

«Nicky era un ser enternecedor. Vivía para hacer feliz, más fácil y agradable la vida a los que tenía a su alrededor. Tenía un gran talento, sí, y era un gran campeón, también, pero, sobre todo, un chaval que no se rendía nunca, que trabajaba todo el día, que daba 100 o 200 vueltas si era necesario. Pero le voy a decir una cosa: era mejor persona que piloto. Era inmenso, era una leyenda», dice Aurín, con los ojos vidriosos.

Para este técnico, que las ha vivido de todos los colores, Hayden era todo un modelo. «Amable, mucho; cercano, aún más. Nicky era un chico que salió de un pueblecito de Kentucky y se encontró con un mundo que no esperaba. Pero nunca dejó de ser como era de niño, educado y sencillo».

Aurín cuenta que el box era siempre una balsa de aceite, fueran mal o bien las cosas. «Nicky fue educado en una familia sencilla y muy católica, donde, seguro, jamás oyó un grito, un mal gesto, una pelea, ni siquiera una discusión. Y así era él en el box. Si tenía un problema, venía, se sentaba a tu lado, te colocaba su mano sobre uno de tus muslos o en tu hombro, y te decía: ‘Ramón, yo sé que tú harás magia, sé que tienes algún truco guardadito por ahí, un as en la manga que hará que mi moto, mañana, vuele, sea muy veloz’. Y, claro, el tío te dejaba jodido porque te tenías que pasar la noche dándole vueltas al problema e intentando hacer magia. Y, sí, al final, hubiese ido bien o no, ganado o perdido, siempre te agradecía tu esfuerzo». Según Aurín, «Nicky ya fue feliz debutando en el Mundial ¡imagínese lo que fue para él ganar el título!, la gloria más absoluta».