"Si yo fuera boxeador o tenista podría entender tantos halagos, pero soy uno entre 11 jugadores y si no tienes equipo, no triunfas". Esa frase puede resumir la personalidad de Alfredo Di Stéfano Laulhé (Barracas, Buenos Aires, 4-7-1926), que ligó su destino al Madrid desde que el destino uniera al astro argentino y al club blanco. Alfredo se licenció en la universidad de la calle, donde aprendió que para ganar hay que trabajar hasta en sueños. Alfredo comenzó a soñar con verse un día en uno de los grandes. Un joven técnico le ayudó a pegar al balón con las dos piernas. "Yo era diestro, pero me defendía bien con la izquierda", recordaba en el libro.

Luego llegó el pase a River y el debutó en Primera contra Huracán. Cinco años después, una huelga en el fútbol argentino le llevó a Colombia, al Millonarios en 1952. Aquel año comenzó a dibujar un futuro como los grandes. "Me eligieron el mejor jugador del torneo y conocí a don Santiago Bernabéu. Nos pidió a Rossi y a mí que le acompañáramos a Radio Nacional para hablar del partido. Era un hombre serio, que sabía de la vida", confesó.

Cuando ya estaba comprometido con el Barcelona, el Madrid había negociado con Millonarios. Alfredo se fue a Barcelona y llegó a entrenarse con el club catalán hasta que le obligaron a cambiar de aires. "Me dijeron que el Madrid se había arreglado con Millonarios. Yo decía que me daba lo mismo jugar con el Barcelona o con el Madrid", apunta en el libro.

Finalmente lo hizo en el club blanco, al que elevó a lo más alto. Antes de su llegada, el Madrid había ganado dos Ligas. Con Di Stéfano logró ocho y cinco Copas de Europa consecutivas. Su huella no terminó ayer porque el mito ha pasado a ser una leyenda eterna.