Fernando Morientes llevó de la mano al Mónaco hasta la final de la Liga de Campeones, el duelo cumbre de la temporada, el 26 de mayo en Gelsenkirchen frente al Oporto. El delantero intervino en el primer gol y marcó el segundo (2-2) del Mónaco para alejar al Chelsea del sueño de levantar el 3-1 de la ida y para que él tenga la opción de sumar su cuarto título de campeón de Europa, tras los tres que logró en el Madrid.

El éxito de Morientes, que puede conquistar su cuarta Copa de Europa, es el éxito también de su entrenador, Didier Deschamps, campeón dos veces como jugador en dos equipos distintos (Olympique de Marsella y Juventus) y que ahora puede serlo como técnico. El siempre confió en el Moro y el ariete le ha devuelto esa confianza con goles. De hecho, ha marcado nueve dianas en esta Liga de Campeones, donde es el Pichichi aventajado.

MOURINHO, DE ESPIA José Mourinho no quiso perder el tiempo para preparar la final. El técnico del Oporto se sentó en la grada de Stamford Bridge para ver de cerca a su rival. Pero su presencia también dio pie a las especulaciones de que será el próximo entrenador del Chelsea sustituyendo a Claudio Ranieri, que anunció su marcha.

El once inglés acarició durante breves segundos el sueño de llegar a la final. En el 44 ya había conseguido el 2-0 que necesitaba, tras abandonar el fútbol simple y directo con el que quiso encerrar el Mónaco. Gronkjaer y Lampard plasmaron en el marcador el resultado deseado. Pero antes de llegar al descanso, Ibarra, pegado junto a la portería, introdujo en la red un remate de cabeza al palo de Morientes, que con el 1-0 ya había mandado otro disparo a la madera del marco de Cudicini.

SENTENCIA MORIENTES Los ataques del Chelsea, en la reanudación, fueron mucho más imprecisos y atolondrados. Los cambios que introdujo Ranieri revelaron la desesperación del Chelsea, que estaba obligado a marcar dos tantos más. Gronkjaer pudo lograr el tercero (m. 57), pero fue Morientes quien culminó una gran jugada rojiblanca para dictar la sentencia definitiva.