Setenta y cinco kilómetros. Tan cerca y tan lejos. Huesca capital suele ser la gran olvidada para muchos zaragozanos que pasan de largo camino al Pirineo. Jorge Miramón afirma que pocas veces se había parado para conocer la catedral, San Pedro o el Parque Miguel Servet en sus escapadas familiares. «Pero aquí se vive muy bien, es una ciudad preciosa. Se come fantástico y hay mucha tranquilidad», reconoce ahora con sapiencia maña. El lateral derecho está viviendo gracias a la SD Huesca el sueño de Primera a sus 29 años tras una senda tortuosa e infatigable que podría haberse paralizado en una curva bajando del Cañón de Añisclo.

Cuando era sólo un adolescente, en una excursión en bicicleta con sus amigos, la suerte quiso que un ángel se cruzara en su camino. Perdió el control del vehículo y fue a caer de cabeza sobre una dura piedra en la cuneta, provocándole una fuerte contusión y una brecha por la que manaba abundante sangre. Muy desorientados, sin teléfonos y sin saber qué hacer, la fortuna quiso que un vehículo pasara y de él bajara una mujer con conocimientos médicos que le trasladó rápidamente a un hospital. «Unos años después hice el mismo recorrido en coche y se me ponían los pelos de punta. Dejamos de ir al Pirineo. Ahora volveré», reitera el ‘24’ del Huesca.

El accidente tuvo sus consecuencias. Se apartó obligado del fútbol por un tiempo y desde entonces Jorge tiene una placa para proteger su cráneo de golpes. «El otro día tuve un choque fuerte con Juanmi (Real Sociedad) y me preocupé, aunque no me pasó nada. Intento no rematar de cabeza con esa parte, pero a veces es inevitable», explica el defensa, que ha marcado un gol en San Mamés.

Todo empezó en la Margen Izquierda, en el Actur, su barrio. Sus padres le apuntaban a distintas actividades extraescolares, pero él lo tenía claro, quería correr detrás de la pelotita. Comenzó jugando al fútbol sala como prebenjamín en su colegio, el Hermanos Marx, destacando ya en un grupo de niños más mayores. Luego se mudó al fútbol siete en el Actur y de ahí al campo grande del Gregorio Usábel del Stadium Casablanca, donde ya jugaba su hermano.

De punta a punta de Zaragoza y sin tranvía. Un vaivén que se trasladó al campo. Polivalente, ha ido jugando en casi todas las posiciones. «Empecé de delantero y metía bastantes goles. Luego me pusieron de mediocentro, pasé en la banda e incluso un año en Casablanca fui lateral», dice el futbolista, asentado en este rol desde que Natxo González le colocó ahí hace un año en el Reus: «Soy un jugador con recorrido y me incorporo. Eso es lo que me piden en Huesca. Cuando fiché no pensaba que iba a jugar tanto, al venir de Segunda y necesitar adaptación».

Como juvenil de segundo año le llegó la oportunidad de pasar al Real Zaragoza. De interior y compitiendo con Ander Herrera. Casi nada. «Aún recuerdo el cambio de madurez que pegó al pasar al filial. Es un enorme jugador», recuerda Miramón. Llegó a entrenar con el primer equipo y debutar en el Torneo Carlos Lapetra, pero tuvo que tomar una decisión dolorosa viendo la falta de oportunidades a la cantera en esos momentos: «Finalizaba contrato y querían renovarme. Me ofrecían hacer la pretemporada con el Primera pero jugar en Tercera. Viendo que no estaban subiendo canteranos decidí salir».

DEL ACTUR A MADRID / El Atlético le había seguido y le hizo una oferta para estar en su filial de Segunda B. No lo dudó. Fue una temporada larga. Joven, fuera de casa, compartiendo piso con el portero Iago Herrerín, ahora en el Athletic, apenas jugó. «Fue duro salir de mi entorno y era muy joven. No afronté el reto con madurez», afirma desde la perspectiva del tiempo. Con ofertas para ir a otros destinos, esa añoranza del Ebro le hizo señalar al Andorra, un recién ascendido que dirigía Pascual Sanz. «Entrenábamos en los campos de la Federación. Junto a mi casa. Iba en bici o andando. Todo lo contrario que en Madrid», explica Jorge.

Luego llegaron tres años de explosión en el Lleida y la llamada del Leganés para dar el salto a la categoría de plata. Asier Garitano le dio confianza como centrocampista en una temporada completada con un histórico ascenso para el club pepinero. Pero la puerta de LaLiga volvía a cerrarse y de nuevo tocaba emigrar a Reus, donde mantuvo su progresión y un cambio de demarcación que ha sido determinante.

Una temporada que nunca olvidará Jorge Miramón. No sólo porque esté debutando en Primera, sino porque además, el próximo verano se casará con su novia. «Estamos envueltos en el jaleo de hacer todos los preparativos», insiste este defensa al que le da tiempo a cursar un grado en Informática y prepararse los cursillos para ser entrenador. «Y reconozco que tengo algo aparcaba ahora la consola», afirma.

Ahora sus padres ya paran en Huesca. El Alcoraz es su punto de encuentro familiar obligado. Su hermano, que prepara su ingreso en la Policía Nacional en Ávila, está a la espera de poder juntarse con él y un día ver a su ‘tatico’ jugar con la camiseta azulgrana un derbi en La Romareda. «Esa rivalidad que está creciendo ahora es buena. La mayoría de los aficionados de un equipo quiere que gane el otro. Me encantaría que subiera también el Teruel y hubiera el máximo de derbis aragoneses», se sincera este mañico del Actur enamorado de Huesca y provincia.