En un partido que se le estaba poniendo feo a un Barça al que se le atragantó un eficaz y combativo Villarreal, apareció Neymar, después de haberse peleado con media defensa y el árbitro, y decidió salir en todas las fotos, con dos tantos, uno de belleza extrema, y tras haber cedido a Suárez el lanzamiento de un penalti (3-0). Fue una actuación por la que nadie hubiese apostado, después de una primera parte y un arranque de la segunda en la que había muchos temores sobre si Neymar acabaría el partido expulsado, por la tensión que se estaba viviendo.

Pero al Villarreal la gasolina le llegó hasta que Neymar abrió la lata, en el minuto 61 (1-0), y sobre todo tras el gol de Suárez, en un claro penalti de Costa a Munir, para acabar rematando con el tercero azulgrana y segundo de Neymar, en el que ofreció su mejor versión de futbolista comprometido con la plasticidad y el espectáculo. Mientras el Camp Nou se arrancaba en ánimos hacia el lesionado Messi, el brasileño envió un balón a Suárez, que le retornó el balón dentro del área. Neymar le hizo un sombrero de espaldas a Costa y de volea marcó el tercero de la noche.

Antes de vivir con comodidad en el marcador, el Barcelona se había topado ante un rival sólido atrás y sin muchas ganas de tener el balón ni disputárselo a un Barça escaso de ideas.