Nadie sabía muy bien qué hacer, qué cantar, a quién abrazarse, ni por dónde iba a estallar el ritual del festejo. Los jugadores del CAI Zaragoza se miraban unos a otros en busca de un líder que arrancara la fiesta. Ante las dudas, Oscar González tomó la iniciativa y entonó el infalible Campeones, campeones . Roto el silencio, unidos en una piña, el vestuario vivió la típica escena de triunfo y estalló en un profundo placer. Una fotografía olvidada en un Príncipe Felipe acostumbrado a las desilusiones y falto de alegrías desde hace años, pero que aguardaba con impaciencia el CAI desde su primer aliento. El éxito es el único destino por el que se ha construido este proyecto. Aunque la Copa Príncipe, que estrenó ayer las vitrinas vacías del club aragonés, es un anticipo de lo que se espera en los playoffs .

La sombra latente del ascenso estuvo presente ayer en la final frente al Plasencia. Estaba en la grada, en cada rincón de la cancha y en un vestuario que terminó bañado de champán y sumergido en una fiesta que se inició al levantarse el trofeo de campeón en mitad de la pista del Príncipe Felipe. La misma felicidad que palpaban unos aficionados que volvieron a entregar el alma por la causa de sus colores, empujaron al equipo hacia el triunfo y saborearon un éxito que consideran parcial. "Este año sí, este año sí". Fue el cántico con el que la Marea Roja hacia alusión al sueño de la ACB y que ayer parecía más cercano al ver cómo el conjunto aragonés solventaba con sobresaliente el complicado examen que se le presentaba en forma de Copa del Príncipe.

UN MAPA SECRETO Con el estigma de ser favorito absoluto, ante la ansiedad de verse en el papel del anfitrión, el CAI no se ha doblado por el peso de la presión y alcanzará los playoffs con un grado de madurez superior que le ha dado esta experiencia y del que carecerán sus rivales. Porque no parece una simple coincidencia que el ganador de este trofeo, exceptuando el caso doble del Melilla, encuentre meses más tarde el regalo del ascenso, como si dentro de la Copa se escondiera un mapa secreto para encontrar el tesoro de la ACB. Sea así o no, el CAI Zaragoza, desde ayer, guarda en su bolsillo este amuleto imaginario y el doblete como obligación. La demostración del cuadro de Julbe durante estos dos días hace pensar que tampoco necesita protegerse en elementos mágicos. Es un campeón de carne y hueso que crece día a día y posee la capacidad de solventar sus defectos.

El fin de semana ha sido redondo. No sólo por el éxito deportivo, sino en su aspecto social y organizativo. Zaragoza ha recuperado su estatus de primera plaza en el básquet nacional y la afición aragonesa ha demostrado con su apoyo imperecedero ser una de las mejores de España. La ciudad y el club han cumplido de sobra con la planificación de una Copa de prestigio secundario, pero que el marco de un Príncipe Felipe volcado han llenado de gloria.