Hace ya muchos años, cuando la organización de la Vuelta era otra, la ronda española llegó a Málaga a través de la maravillosa autovía que comunica Granada con la capital de la Costa del Sol. No era lo que el ciclismo necesitaba y sí mostrar los paisajes.

Los espectadores se encontraron viendo las sensacionales autovías israelís, por donde circuló durante prácticamente todo el día el pelotón del Giro que afrontó, superó y aburrió en una etapa que ni fue intensa, que ni fue bonita, que ni fue emocionante y que solo sirvió para fomentar la siesta.

La etapa la ganó al esprint por el velocista Elia Viviani, cómo no del Quick Step. En el esprint intermedio Rohan Dennis robó la bonificación y le birló la maglia rosa a Tom Dumoulin. De Chris Froome no se vieron ni imágenes suyas, protegido en la clandestinidad del pelotón para recuperarse de unas heridas que, sin duda, le perjudicaron en la contrarreloj de la jornada inaugural. Poco más hubo que contar. De hecho, habría bastado con ver solo los últimos mil metros. Así de triste.