No son pocas las grandes figuras históricas que, tras su momento de gloria, cayeron en el ostracismo. Quizá la más relevante sea la de Napoleón, que, después de conquistar media Europa, fue derrotado en la Batalla de las Naciones y enviado a la isla de Elba. ¿Qué pensaría allí? Nos lo podemos imaginar, teniendo en cuenta que después regresó, para volver a ser derrotado, esta vez en Waterloo, y exiliado a la isla de Santa Elena.

El tono de sus cavilaciones --a otra escala, claro-- podría parecerse a las de ayer de Mario Draghi. A lo largo de la crisis, su palabra bastaba para marcar el ritmo de los mercados. Pero ayer no tuvieron efecto. Los rumores de los últimos días apuntaban que un frente de gobernadores de bancos centrales nacionales se oponen al presidente del BCE. Draghi trató de desmentirlos al afirmar que todos, "por unanimidad", están de acuerdo en tomar medidas adicionales si la economía o la inflación languidecen aún más. De hecho, añadió, se ha creado un grupo de trabajo para estudiar estas posibles iniciativas.

El mensaje se interpretó como una puerta abierta a la compra de deuda pública y en un primer momento provocó subidas en las bolsas. Pero luego los inversores se lo pensaron mejor: la falta de concreción (o la escasa credibilidad que le conceden) tiraron de las bolsas a la baja, con la banca otra vez de capa caída. El Ibex 35 bajó el 0,15%, a los 10.261 puntos, con la prima de riesgo en los 132 puntos básicos.