Ryanair vivió ayer su tercera huelga europea de este verano, con protestas de pilotos en Irlanda, Bélgica, Holanda, Alemania y Suecia, lo que dejó en tierra más de 14.000 viajeros con un vuelo con origen o destino en España, donde no había convocatoria de huelga, pero sí tuvieron lugar 80 de las 400 cancelaciones preventivas realizadas por la compañía para evitar un caos aéreo.

La afección en Europa se eleva a 70.000 personas, lo que ha convertido la jornada en un vía crucis para muchos pasajeros de ayer. Las colas no han cesado en las ventanillas de la compañía en aeropuertos como el de Madrid-Barajas o el de El Prat de Llobregat, pese a amanecer sin significativas alteraciones.

Según la low cost, a los afectados se les notificó vía correo electrónico o mensaje de texto de que sus vuelos habían sido cancelados y se les dio dos opciones: la devolución del billete o un cambio de vuelo a otro, pero ni rastro de compensaciones, adelantos de dinero para sufragar trayectos o vuelos en otra compañía.

La almeriense Rocío López tenía un vuelo Málaga-Berlín ayer y el miércoles se lo cancelaron y le dijeron que podía salir ese mismo día. No obstante, ella tenía que presentarse en el trabajo, así que la única solución que le ofrecían desde Ryanair era ir desde Almería en autobús hasta Madrid y desde allí a Berlín. «Llevo toda la noche viajando en autobús, he llegado a las diez de la mañana aquí y no me han pagado nada», explica. «No voy a volver a viajar con Ryanair, lo tengo claro, me he pegado siete horas de autobús y a ver si me devuelven algo de dinero. Me costó el vuelo 38 euros pero he perdido una tarde entera de trabajo y una noche viajando. No me merece la pena», concluía indignada.

Susana Muriel tenía que haber volado ayer a Frankfurt desde Sevilla. «Hemos tenido que venir antes de terminar las vacaciones y coger un vuelo con Iberia. Ryanair no nos ha solucionado absolutamente nada», precisó Muriel, quien reconoce que a pesar de la «muy mala experiencia» volverá a viajar con Ryanair porque «es lo más económico», dice resignada.

A Rebeca la reubicaron ayer de su vuelo Roma-Madrid, cancelado por motivos ajenos a la huelga, añadiéndole una escala en Barcelona. «Ya he perdido la cuenta de las horas de retraso que llevo. Estuve esperando más de siete horas en una sala muy pequeña y llena de gente en Roma», cuenta haciendo cola en el mostrador esperando ser reubicada.

David Alonso viajaba a Núremberg y su vuelo fue uno de los cancelados. La solución de la compañía fue un billete a Berlín el sábado y desde ahí a Núremberg, ciudad a casi 500 kilómetros de distancia, en un tren que debería pagarse él mismo.