No hay ángeles caídos que puedan
volver a volar,
así que deja de intentar
reconstruir tus alas
para volver a custodiar mi cielo,
porque te darás de bruces
con las puertas de mi infierno.
Después de todo…
no tenías tanto laurel
en la corona de ‘Diosa’
que imaginé que llevabas,
ni tantas ganas de quererme
como me mentías cada mañana
mirándome a los ojos
y encontrando
tu orgullo reflejado.
Tengo cita para hacerme
un tatuaje
encima de la herida
que el imbécil de Cupido
me dejó con una de sus flechas.
Y no,
no va a ser tu nombre.
No va a ser tu nombre
porque los tatuajes
son para toda la vida.