Era un domingo por la mañana normal, pero cuando abrí la puerta de mi habitación estaba toda la casa a oscuras. Eran las 9.30 y no había rastro de nadie. Entré en la habitación de mis padres y luego en la de mi hermano y nada, estaba todo vacío. De repente escuché una carcajada estruendosa, que no me transmitió buenas vibraciones. Salí corriendo escaleras arriba y me encerré en mi habitación y, de pronto, se apagaron las luces. Estaba todo oscuro y no veía nada pero escuché la puerta de mi habitación abrirse, me metí debajo de la cama y oí una terrorífica voz que decía: «Yo también quiero jugar», hasta que... «¡A desayunar!». Todo era un sueño, o no...