«Los que entran se quieren salir, y los que nunca han venido no sueñan más que con venir». No es más que un estribillo que pasó a la historia por formar parte de una de las canciones más conocidas de la banda valenciana Vídeo pero en torno a ella, el aragonés Carlos Val ha levantado Planeta 5000 (la canción ya se llamaba así), una película aragonesa que, tras muchos esfuerzos y no sin dificultades para acceder al mercado comercial ha conseguido estrenarse (en Zaragoza se puede ver hasta el miércoles en la Filmoteca con una doble sesión, a las 19.00 y a las 21.00 horas), que aborda sin tapujos la historia real (no falta el sobretítulo de Basada en hechos reales al comienzo del metraje alertando del hecho) de la secta Los hijos de Dios.

En torno a la ya conocida idea de cómo funcionan las sectas y dónde se preparan para atacar y a quién, Carlos Val (en una historia coescrita con Alexis Barroso), ha construido una historia doble de ida y vuelta entre los que ansían por encontrar una nueva vida en torno a un ideal que se resumen en prácticamente dónde voy a estar más a gusto que aquí y los que quieren escapar de una realidad opresora en la que están introducidos sin haber tenido otra opción. Es en ese doble camino donde están metidos por un lado Kimberly Tell (en el papel de Iris, una «prostituta de Jesús») y, por otro, Itzan Escamilla (conocido por su papel en la serie de Netflix, Élite, y que aquí interpreta a Sergio, un joven que se evade de los problemas en casa con su madre buscando un hogar donde se siente cómodo y realizado), los dos actores, junto a un excepcional Críspulo Cabezas, sobre los que se apoya este Planeta 5000 en la que brilla, no podía ser de otra manera, el paisaje urbano de Zaragoza y el pirenaico.

Mención destacada merece la construcción de los espacios que ha dirigido la directora de arte Elisa Adame apoyada por Iván Juguera, Feijoon Máxico y Sara Cots. No era una tarea sencilla recrear una versión ochentera de la realidad pero su trabajo se puede personalizar, por la necesidad de centrarlo en algo que se pueda apreciar, en el desván en el que dos de las adolescentes (una el personaje interpretado por Kimberly Tell) se reúnen a evadirse de la realidad que tienen que vivir día a día y en el que precisamente descubren a través de un vinilo el tema sobre el que gira toda la película, ese Planeta 5000.

Es cierto, por otro lado, que si bien la película empuja a ciertas reflexiones quizá poco novedosas sobre el asunto puesto que muchas de las cuales están instaladas hace ya tiempo en la sociedad, nunca está de más recordar la realidad en la que conviven ciertos grupos convertidos en sectas y conocer de primera mano cómo operaba Los hijos de Dios. Una secta en la que, por aberrante que suene, el sexo, casi a cualquier precio, era lo más importante sin importar en demasía la edad, fundamentalmente de las mujeres.

La película se va desarrollando entre la asfixia que desprende un grupo que de puertas hacia fuera vende la libertad y precisamente las ansias de esta que quedan reflejadas en la vida y la noche de una ciudad (Zaragoza en este caso) y en una casa perdida en el Pirineo desde la que se busca el refugio de una vida en la que quizá no se ha podido aterrizar porque en la vida no se trata solo de voluntad.

Y es ahí, en esos espacios de libertad que se van abriendo cuando tanto Kimberly Tell como Itzan Escamilla vuelan en sus papeles contagiando al espectador en buena parte de las escenas de la rabia acumulada a un paso solo de la conformidad. Una dualidad que conecta directamente con los caminos a la inversa que están recorriendo precisamente los personajes que interpretan, Iris y Sergio.

Planeta 5000, que ha contado con un equipo con buena parte de aragoneses y con presencia mexicana, ha sido fruto, justo es reconocerlo, de un excelso esfuerzo tanto de su director (y todo su equipo, por supuesto, con Camino Ivars como jefa de producción) como de José Ángel Delgado que como productor ha conseguido levantar un filme que, como se ha demostrado a la hora de intentar encontrar una vida comercial al mismo, no era sencillo de llevar a buen puerto, sobre todo cuando tal y como está el mercado cinematográfico es muy difícil acceder a casi nada si un gran apoyo bien mediático o de una gran productora. Aún así, han conseguido que se pueda ver en Madrid, Barcelona y, por supuesto, en Zaragoza donde los primeros días está teniendo una buena afluencia de público. Si no quiere perdérsela, todavía puede verla tanto hoy como mañana.