"Una vez investigado un hallazgo arqueológico, ese conocimiento se debe hacer accesible a cualquier persona de una manera amable, simpática, sorprendente y divertida". El aragonés José Antonio Lasheras, director del Museo Nacional de Altamira y conservador de la Cueva, abría ayer con esa idea la segunda jornada del III Congreso Internacional sobre Musealización de Yacimientos Arqueológicos que se desarrolla en Zaragoza desde el lunes y que se cerrará mañana con la visita a los yacimientos de Celsa, Velilla y Azaila.

En el encuentro científico se han presentado ejemplos de realizaciones que van desde dramatizar la vida cotidiana en época romana (Badalona), convertir un suburbio en barrio histórico (Cerdañola), crear una ruta de arte rupestre (Campo Laneiro, Pontevedra), o conformar los yacimientos dentro de la ciudad como museos específicos (Zaragoza).

"Cuando los restos están en una ciudad modernizada, --declaró Lasheras-- se puede hacer lo que ha hecho Zaragoza: en algunos casos conservarlos enterrados; en algún caso conservarlos bajo llave; o bien optar por mostrarlos como forma de entender la ciudad y su pasado, y a veces, retirar lo que se pueda retirar y perder lo demás en la renovación urbana permanente".

El proceso no está exento de tensiones: "Entre llenar el centro de aparcamientos o conservar la memoria de la ciudad, creo que no debería haber dudas. Pero la ciudad necesita renovarse y no siempre es posible optar por lo segundo", declaró Lasheras.

El director de Altamira señaló como válida la opción de crear un museo junto a la cueva de arte rupestre, ante el acceso limitado, ya que "el visitante tiene mucha más información sobre Altamira que estando en la cueva original". Y también ponderó positivamente la apuesta ciudadana de Mérida por tematizarse: "Se ha investido un poco de una romanidad contemporánea, porque busca un turismo de ocio cultural".

Lasheras apostó por el "rigor en todo el tratamiento del patrimonio", desde el hallazgo hasta su comunicación y señaló que las teatralizaciones y disfraces de época, más que mirarlas como banalizaciones deben ser atendidas como invitaciones a acercarse al pasado.