Temperatura inusual, el viernes, en el Auditorio Natural de Lanuza: hizo caló, dicho en sureño, ambiente que casaba de lujo con la atmósfera musical de la velada: calé (gitano, según la RAE), pues bajo el epígrafe de Gitano Mix se desarrolló una tarde-noche que acogió en el escenario flotante a Diego Carrasco, André Reyes y sus Gipsy Kings, Chavea Music Factory, y Shantel & Bucovina Club Orkestar. O sea, un batido de efluvios flamencos de facturas diversas y meneos balcánicos. Varias horas de agitación, en la penúltima jornada del Festival Pirineos Sur.

Shantel, alemán de origen rumano fascinado por el sonido de las fanfarrias de los muy volcánicos Balcanes, cerró el programa entre el fervor del público que le recibió como si del mismísimo Goran Bregovic se tratara. Y no andaban desencaminados los espectadores, pues Shantel, con una banda menos numerosa que la de Bregovic, pero muy competente, oferta un espectáculo, trufado de pespuntes electrónicos, muy cercano al intérprete de la versión más famosa de Kalashnikov. Tiene, además, ese punto circense (gentileza del muy ilustre batería del grupo) que le emparenta con Emir Kusturica And The No Smoking Orchestra, y una gran habilidad para conectar con el público, pues maneja los recursos escénicos con la pericia de un animador de feria. Así pues, reúne todos los ingredientes para arrasar. El viernes no escatimo energía ni repertorio, ofreció canciones propias de irresistible atractivo bailable (Disko Partizani, Disko Boy, y Citizen Of Planet Paprika, entre otras), y versiones (una pieza popular balcánica; Monky Man, un ska del grupo The Specials, y Bella Ciao, el canto de los partisanos italianos resistentes contra el fascismo).

André Reyes, fundador de Gipsy Kings, que pasea la marca por el mundo evitando presentarse como propietario único de la misma, siguió a Shantel en el ranking de respuesta del público. Reyes ha armado el grupo con un buen número de familiares y propone un repertorio que está instalado en la memoria colectiva: Djobi Djoba; Ramito de violetas; Caramba; My Way (A mi manera); Báilame; Bem, Bem, Maria; Bamboleo… A Reyes los años de esplendor rumbero le han pasado factura, así que deja que su hermano lleve la voz cantante en las piezas más festivas, y él se reserva alguna canción de tempo más comedido. La formación comenzó el concierto con algo de barullo sonoro y con una batería y un bajo que engullían literalmente las guitarras. La cosa se apañó según avanzaba la actuación, lo que permitió también apreciar algunos atractivos detalles flamencos. En conjunto, lo esperado: bailoteo con uno de los avatares de lo que fue la formación que, por impulso de la industria, la mercadotécnica y la desidia española, arrasó comercialmente en el territorio de la rumba desde Francia.

Diego Carrasco, ese gran inquilino del mundo, poeta oblicuo y brillante y flamenco heterodoxo pero maestro del compás, abrió brecha, lidiando con una hora temprana, el sol aún en el horizonte y un público aún escaso en ese momento. Como Gipsy Kings también arrancó su concierto (después de una introducción guitarrera en solitario) con algo de descontrol e igualmente con la batería echando mucha candela. Serenose el asunto poco a poco, cantó Diego y dejó cantar a sus acompañantes (Carmen Amaya y Maloko, principalmente), quedando el balance en un claroscuro casi barroco. A Diego le hemos visto interpretaciones más brillantes que las que desplegó en Lanuza, pero como de vez en cuando soltó ese duende mágico que lleva en sus entrañas flamencas, no tuvimos en cuenta las carencias. Cerró con garbo un repertorio que incluyó Alfileres de colores y Hyppitano y en el que echamos en falta algunas composiciones célebres, y a otra cosa. A Chavea Music Factory, vaya.

Flamenco de internet

Chavea Music Factory (Moncho Chavea, Omar Montés y Original Elías), una de las manifestaciones de lo que podríamos llamar el flamenco barrial de la era de internet, ha florecido en Youtube y por lo tanto participa de las contradicciones de ese gigantesco contenedor audiovisual. Moncho Chavea y sus colegas enredan las referencias más o menos flamencas con el reguetón, el trap y otras agitaciones urbanas, con resultados desiguales. Así, por un lado hay que celebrar su intención y su búsqueda, pero por otro conviene anotar que no es lo mismo hacer vídeos para la Red que dar la talla en un escenario como el de Lanuza. Puestos a programar flamenco poligonero, uno se inclina más por la recién estrenada y revulsiva oferta de Rosalía. La presencia de Chavea Music Factory en Pirineos Sur siguió la línea abierta por el festival hace años, en el sentido de estar atento a las nuevas corrientes de la música popular; pero en su actuación de sábado el colectivo anotó más puntos en el debe que en el haber. O al menos así me lo pareció.