Los responsables del diccionario Oxford, conmocionados por la victoria de Trump, y del brexit, designaron el término posverdad como la palabra del año 2016. La RAE ya ha anunciado que la incorporará en diciembre. ¿Signo de los tiempos, o moda? ¿Una nueva cara de la propaganda política o un fenómeno que solo se entiende en el nuevo entorno comunicativo? ¿Instrumento de los populismos, o consecuencia del fracaso de las castas mediáticas y políticas? En la era de la posverdad (Calambur) convoca a 14 ensayistas (el propio Ibáñez, Manuel Arias Maldonado, Victoria Camps, Nora Catelli, Joaquín Estefanía, Jordi Gracia, Andreu Jaume, Valentí Puig, César Rendueles, Domingo Ródenas de Moya, Marta Sanz, Justo Serna, Joan Subirats y Remedios Zafra) para responder a estas preguntas en otros tantos ensayos. Las debatimos con cuatro de ellos.

Jordi Gracia. La toma de conciencia del instrumento es la diferencia para mí: lo que era una práctica política de emergencia se ha convertido en una rutina normalizada porque da frutos: un mecanismo de márketing político un poco más siniestro que los convencionales.

Domingo Ródenas. No es concebible el poder político, ni la lucha política, sin el uso de la mentira o, lo que es lo mismo, de la tergiversación de la información para construir una imagen deformada de la realidad. Pero el político aceptaba que la mentira tenía que ser un perfecto simulacro de la verdad, y si era detectada y denunciada tenía que pagar un precio, la dimisión o el deshonor. El rasgo distintivo de la posverdad tiene que ver con un nuevo pacto comunicativo entre los políticos y parte de los ciudadanos, según el cual los primeros pueden hacer uso de mentiras que todos saben que lo son y a los segundos les importa mas la defensa de sus derechos que la mentira. Un pacto que genera una impresión de impunidad terrorífica.

Jordi Ibáñez. Creo que sí existe esta diferencia. Los totalitarismos utilizaron en los años 30 y 40 del siglo XX, con cinismo, intimidación y terror, un concepto de verdad que era todo él un gran mecanismo de intoxicación, tergiversación, manipulación y mentira. Sus ciudadanos o creen ciegamente lo que le dicen o procuran ser invisible al poder. Las democracias que se asientan en Occidente durante la guerra fría conocen una relación entre verdad y mentira diferente. Es un juego que tiene unas reglas; mentir es un pecado que lleva su pena. ¿Cuál es la novedad? Para mí, una relación de total indiferencia ante el contenido de verdad factual por parte del receptor. Un ciudadano en régimen de posverdad cree lo que le dicen los suyos y declara falso lo que dicen los otros.

Andreu Jaume. A mi entender, no hay ninguna diferencia. La posverdad es una mentira. Lo verdaderamente sintomático es que se haya inventado una nueva palabra para esta forma de mentira. La posverdad es un intento de crear una nueva realidad, o una forma de relación con la realidad, basada en el exterminio de la complejidad, el consumo frenético de información y el imperio de la publicidad. La verdad es difícil y el mentiroso lo sabe muy bien.

J. G. La crisis de autoridad la han generado los mismos medios serios al tragarse una montaña de trolas magníficas del poder por conveniencia, oportunismo o propia debilidad. Al descubrirse las sucesivas falsedades han ido perdiendo sucesivos grados de credibilidad. La sobreactuación alarmista de los medios serios debería empezar por una, aunque fuese tibia, autocrítica.

D. R. Se podría responder con el debilitamiento de la prensa, debido en gran parte a la multiplicación de fuentes informativas a través de internet. La dificultad para el ciudadano medio de adivinar qué fuentes son fiables y cuáles no ha extendido la sospecha. Pero hay otro factor más profundo. La idea de que la verdad es múltiple y de validez circunstancial, el convencimiento de que no hay una verdad sino muchas,. La crisis del principio de autoridad intelectual que forma parte de la cultura posmoderna ha dejado un legado muy pernicioso.

J. I. Hay una relativa degradación del periodismo a causa de la interrelación entre grandes empresas, grandes intereses financieros y, naturalmente, el poder político. Pero aún se pueden saber cosas leyendo los diarios. Leyendo muchos. Y sabiendo muy bien cómo mirar la tele y cómo moverte en internet. Pero este esfuerzo, ¿garantiza algo?

A. J. La crisis de la autoridad es un problema en Occidente por lo menos desde la Ilustración. La autoridad se convirtió en un espacio vacante y siempre impugnable. Su lugar estaba vacante pero se reconocía una aura de autoridad a la que se quería aspirar. Ahora, lo que se empieza a ver es una especie de superstición fruto de una especie de totalitarismo democrático.

J. G. La dramatización y magnificación de los conflictos es un clásico de la democracia: la novedad es la difusión masiva de estos excesos, y en el caso del procés es flagrante en la medida en que se ha nutrido de eslóganes y falsedades intensivamente difundidos en primer lugar desde los medios públicos catalanes.

D. R. Tanto la posverdad como el populismo crecen en el mismo caldo de cultivo: la promesa de satisfacción de los impulsos primarios (territoriales, identitarios, de seguridad y bienestar material... sin excluir prejuicios y mitologías heredados) de buena parte de la ciudadanía. Tanto la posverdad como el populismo tienden a la simplificación de situaciones complejas, a análisis reductivos que casi siempre se basan en una distinción implícita y a veces explícita entre ellos y nosotros.

J. I. La definición de la posverdad es que se trata de una proposición que ignora los hechos, o la complejidad de los hechos, e interpela directamente a las emociones y los afectos. El populismo, según sus detractores, encaja muy bien con esto.

J. G. No creo que haya ningún triunfo de la posverdad y tiendo a creer que la vivimos ahora con un escándalo algo farisaico que es el inicio de su retirada por compensación: la credulidad de la gente necesita renovarse, y el último recurso ha sido la posverdad, que se encuentra en fase de retirada.

D. R. Me niego a aceptar el triunfo de la posverdad; que sea un mecanismo de intoxicación o de manipulación del estado de ánimo de los votantes no quiere decir que haya triunfado. Hay dispositivos de control y alerta en los sistemas democráticos que pueden detectar y denunciar las formas más deshonestas o delictivas de mentira política.

J. I. Lo que es interesante de Trump es ver cómo las instituciones le plantan cara. No se puede volver a quemar un Reichstag tan fácilmente. Por lo tanto, la guerra será larga. En el Reino Unido parece que May también ha chocado con la realidad. No estamos en la posdemocracia. Pero quizá estamos más orientados a ella, es decir, a una democracia formal para contentar a cínicos e idiotas, y muy represiva para los descontentos y desesperados, con mucha intoxicación informativa, muy madura para el tirano del futuro, que de la profundización de la democracia.

A. J. Se está formando una nueva sociedad, un nuevo mundo controlado por grandes corporaciones virtuales que tendrán el poder de vigilancia, de creación de opinión y de hechos. Y no sabemos qué forma política adoptará. Tengo la sensación de que vamos a un sistema de grandes elecciones espectaculares, publicitarias, que dan una versión reducida y fácilmente consumible de la realidad. Y que al mismo tiempo, la realidad aparecerá de una forma cada vez más virulenta.

J. G. Sin ellas no viviríamos este fenómeno, pero sin ellas tampoco hay instrumentos para desactivarlo. Creo que esto de la posverdad está acabándose porque no da de sí.

D. R. La atomización de la comunicación a través de las redes, que ha creado pequeñas comunidades de intereses y afinidades ideológicas, ha favorecido la manipulación de los ciudadanos. También es fácil detectar los creadores de opinión y actuar sobre ellos para orientar una tendencia o una preferencia. Por otro lado, la proliferación en la red de opiniones arbitrarias y gratuitas, exentas de control, mezcladas con las que son razonables y fundamentadas, hace difícil distinguir entre unas y otras y genera confusión y sospecha. En esta disolución de lo que es fiable y lo que no lo es, el lanzamiento de mentiras encuentra un contexto favorable

A. J. La posverdad ha nacido en este nuevo ecosistema lleno de ruido. Es dar la palabra a todos para que no se escuche a nadie. Y así estamos entretenidos mientras unos cuantos se dedican a lo que de verdad importa. Pero no nos queda más remedio que vivir en este mundo y trabajar en él, con nuestras herramientas, con la palabra, defendiendo los significados y los saberes, la lentitud de la complejidad, el silencio de quien escucha y discrepa, sin miedo.