Cuando las luces se apagan justo antes de empezar cada espectáculo, se siente por un instante el vacío sonoro pero también mental y hasta espacial. A veces no llega ni a un segundo pero el cuerpo se duerme a la espera de que le sorprendan sobre el escenario. Las luces se apagan y es entonces cuando desde la quietud, el ser humano está preparado para disfrutar del espectáculo escénico. Se enciende una pequeña luz en el escenario y, poco a poco, los componentes de Vaivén Circo van ocupando su espacio. Aún uno está tratando de adivinar en qué consiste la propuesta que están empezando a desarrollar pero enseguida se percata de que el equilibrio es lo que da estabilidad a todo lo que es Esencial. Precisamente el título del espectáculo que la compañía andaluza ha puesto en escena para inaugural el primer festival de circo contemporáneo Malabar que se celebra este fin de semana en la sala Multiusos del Auditorio de Zaragoza merced a una colaboración pública entre el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón.

Para ello se ha montado en la sala del Auditorio un graderío que mira de frente al escenario que, lejos de elevarse sobre el suelo, ocupa el nivel más bajo de la sala para que, desde el graderío se vea sin problemas pero también para que, desde las sillas habilitadas (guardando su necesaria distancia de seguridad sanitaria) habilitadas por delante de la grada se pueda sentir el espectáculo a apenas unos metros...

Y volvemos a lo sensitivo, a sentir lo que está sucediendo en escena. El Arcoíris de Waldorf, ese juego que causa furor entre los niños, se va descomponiendo en escena. Casi como si fuera la realidad del día a día, todo se deshace para volverse a rearmar. Los acróbatas juegan con las diferentes partes mientras empiezan a demostrar sus innatas habilidades acróbatas. Danzan sobre el Arcoiris de Waldorf cuando lo ponen en movimiento como si de una góndola se tratara pero también saltan en él cuando conforman la puerta de un gran monumento o incluso son capaces de hacer malabares con las pelotas sobre las propias espaldas de los elementos que configuran el juguete.

La grada está ocupada mayoritariamente por un público familiar que se revuelve inquieto en los asientos pero no por que se estén aburriendo sino por la propia dinámica del espectáculo que incita al movimiento, al disfrute de ese vaivén (permítanme este juego con el nombre de la compañía) que abre un camino hacia la seguridad... y todo a pesar de esos equilibrios imposibles (incluso colectivos) que consiguen en este Esencial. Casi una hora de puro movimiento en la que los 150 espectadores que pueden disfrutar del espectáculo no tienen tregua ni siquiera para pensar en otra cosa que no sea en asombrarse con lo que está sucediendo.

La función termina y, con ella, este primer día de Festival de circo contemporáneo Malabar que promete emociones más fuertes durante todo el fin de semana. Que el circo es divertido es un hecho que ya sabíamos pero ojalá sea cierto que esta cita haya llegado para consolidarse.