El homenaje a los caídos por España y a las víctimas del terrorismo y de la guerra fue el momento más emotivo del desfile. Se desarrolló en medio de un silencio respetuoso en la plaza de Colón, tal y como había pedido el locutor contratado por Defensa para transmitir la ceremonia.

El acto fue presidido por el Rey. En la primera línea se situó el veterano de la División Azul, Angel Salamanca. Lucía en la solapa la medalla otorgada por Franco a los miembros de la unidad y una aguja de corbata con el escudo de la Hermandad de la División Azul, en cuyo centro figura la Cruz de Hierro nazi. Luis Royo, representante de la División Leclerc, lucía una pequeña cruz de Lorena, símbolo de la Francia libre. Ambos iban de civil.

Detrás de ellos se colocaron los familiares de las víctimas del 11-M, de ETA y del Yak-42. El último lugar fue ocupado por los familiares de los agentes del CNI y de los periodistas asesinados en Irak. La comitiva estaba flanqueada por la Guardia Real.

CORONA DE LAUREL Tres soldados, representando a los tres ejércitos, entregaron al Rey la corona de laurel que fue depositada por el Monarca al pie de la bandera de España en una tribuna instalada para la ocasión y en la que estaban situados el jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; y los presidentes del Congreso y el Senado, Manuel Marín y Javier Rojo.

Mientras, el relator de Defensa leyó el Homenaje a los que dieron su vida por España , modificado para suprimir alusiones a la bandera y para no herir a los familiares del Yak, ya que acababa con un "no supieron morir de otra manera". El texto quedó así: "Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron. Con su sangre la empresa rubricaron, con su esfuerzo la patria engrandecieron, fueron grandes y fuertes porque fueron fieles a los ideales que abrazaron. Por eso como valientes lucharon y como héroes murieron. Por la patria morir fue su destino y signo. No pudieron servir con más grandeza. No quisieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera".

Después, sonaron las salvas de fusilería y la plaza fue sobrevolada por aviones de la patrulla Aguila que dejaron una estela con los colores de la enseña nacional. A continuación, comenzó el desfile aéreo y terrestre, que pudieron ver miles de madrileños. Defensa colocó 6.000 asientos para el público y contrató azafatas que distribuyeron cientos de banderines españoles.