Juan Carlos I hizo uso de su formación militar como piloto para acercarse a Zaragoza a mostrar su apoyo tras el mayor atentado que la banda terrorista ETA cometió en Aragón. El 11 de diciembre de 1987, pocas horas después de que la banda terrorista asesinase a 11 personas, cinco de ellas niños, e hiriese a otras 88 en la Casa Cuartel de Zaragoza, el monarca tomó los mandos de un avión Mystère, que habitualmente utilizaba en sus desplazamientos, y se trasladó a la Base Aérea de Zaragoza para conocer de primera mano la magnitud de la tragedia.

Según aseguró a los periodistas, vino no solo como Jefe de Estado sino "como padre", en referencia a los niños masacrados. Y animó a los ciudadanos a "mantener la esperanza" en el fin del terrorismo. Desafortunadamente, este tardaría aún décadas en llegar.

"El Gobierno, las demás autoridades y yo, al frente del Estado, estamos haciendo lo posible para acabar con este terrorismo que a todos nos disgusta y que odiamos. Hay que seguir adelante", expuso el Rey nada más aterrizar en Zaragoza.

Durante su visita, de unos 40 minutos, mantuvo una reunión con los entonces ministros de Defensa e Interior, Narcís Serra y José Barrionuevo, respectivamente, así como con el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán.

Según recogió entonces El País, el monarca también mostró su carácter conciliador y terció entre los mandos militares de la ciudad y el Gobierno Civil, ya que la capilla ardiente de las víctimas se instaló en la Delegación del Gobierno mientras que las autoridades castrenses querían que se les rindiese honores en el Hospital Militar.

El monarca siempre ha querido estar, tanto en Aragón como en todo el territorio, apoyando a las víctimas de la barbarie terrorista, como demostró a los pocos años de su reinado en esta visita a Zaragoza.