Zaragoza lució ayer de manera especial. Y sus ciudadanos y visitantes se lanzaron a la calle en tropel para disfrutar de ese cúmulo de emociones y experiencias que esperaban a cada rincón. Una marea de personas invadió el centro de la ciudad, convirtiendo en una 'odisea' el pasear por las calles cercanas a la Plaza del Pilar entre las ocho y las diez de la tarde.

Todos querían ver a la Virgen engalanada con su manto de flores. En la plaza saltaban flashes a cada instante en cualquier zona del tramo vallado que rodeaba la estructura floral y los selfies estaban a la orden del día. La marabunta se juntaba con las personas que salían de la ofrenda mientras el personal de seguridad tenía que hacer grandes esfuerzos para desalojar a los oferentes y evitar al mismo tiempo que por ese espacio se colara más de un curioso. "Nos han sacado tan rápido que casi no he podido ver a la Virgen", comentaba a sus amigos de grupo una baturra al ser invitada a salir del recinto vallado.

En lo que todo el mundo estaba de acuerdo era lo "guapa" que estaba la Virgen. Ese comentario corría como la pólvora en cada esquina de la ciudad. En el bullicio de un Paseo Independencia agitado por los artistas itinerantes; en las estrecheces de la calle Alfonso, donde mientras terminaba de desfilar los últimos grupos participantes en la Ofrenda las aceras eran riadas humanas; o en las plazas y calles que rodean a la Plaza del Pilar, mucho más concurridas de lo habitual.

Mucha música

No sólo la Ofrenda y la Virgen acaparaban la atención de los viandantes. También triunfaban los pequeños escenarios repartidos por el centro de la ciudad. Su sonido atraía a fieles, raptaba a caminantes que se paraban a escuchar con más atención y animaba a los que seguían su camino tras una mirada de reojo.

Como no podía ser de otra manera, en el escenario ubicado en la Fuente de la Hispanidad, en la Plaza del Pilar, se celebró por la tarde el IV Festival Nacional de la Jota. Un evento con la participación de grupos llegados desde diversos puntos de la geografía española que acaparaba la atención muchos curiosos dada la curiosa variedad de estilos presentes sobre el escenario. El Grupo de Danzas de Logroño, el grupo Baluarte Aragonés y el grupo de Coros y Danzas de Santander, entre otros, pusieron mucho colorido a la tarde zaragozana.

Callejeando por la ciudad, el paseante podía encontrar interesantes propuestas al abrigo de pequeñas plazas. Así, en la Plaza San Felipe la banda aragonesa Matta Rouch trataba de introducir en el folk a todo aquel que se paraba a escucharles. La oferta era variada. En la Plaza Santa Cruz se podía disfrutar de una banda de música mientras la Plaza del Justicia ampliaba el espectro hacia el indie-pop. Propuestas para todos los públicos.